Hace más de una década, vimos horrorizados los primeros «piques ilegales» en Las Palmas, una práctica que inició con la puesta en funcionamiento de la Doble Calzada, que lleva a los Medellinenses al alto de Las Palmas para comunicar con agilidad la capital antioqueña con el aeropuerto internacional José María Córdova y los principales municipios del Oriente Cercano.
Los días jueves luego de las jornadas de trabajo, algunos motociclistas iniciaron la tradición de subir al alto, ir al Mall de Llanogrande o dar la vuelta a oriente, un paseo que incluía recorrer varios municipios de la zona. Tipo 10 de la noche los motociclistas regresaban a la ciudad y a sus respectivas casas.
De Palmas a Palmódromo
Mientras unos seguían con sus paseos, otros aprovecharon para volver la zona un lugar de piques, gracias a los miradores de la doble calzada, donde los jóvenes comenzaron a reunirse en grandes grupos, para comer algo, cambiar la rutina y aprovechar la vía como pista, pues uno de ellos está en una recta que permite simular un cuarto de milla. Ante la falta de espacios para las competencias legales o para la práctica del motociclismo deportivo en la modalidad de velocidad, Las Palmas adoptó, en estos grupos, el nombre de «Palmódromo». Ya era usual escuchar las motos subiendo hasta los miradores, los jueves en la noche, para cumplir su cita con la velocidad y en casos extremos con la muerte.
No se trata de algo nuevo, esta nota de Vivir en el Poblado es del 2016
El fenómeno no ha sido atendido como debe ser por las autoridades competentes, ni el tránsito, ni la policía han podido controlar o erradicar esta práctica y en más de una década ya ha cobrado muchas vidas. La justificación de unos por la falta de espacios adecuados para correr o competir de manera legal y en un ambiente seguro, fue el argumento de muchos paisas para justificar el uso de la Doble Calzada como pista de carreras clandestinas e ilegales. La situación que esto ha provocado a lo largo de años no solo ha puesto en riesgo la vida de los motociclistas que buscan un nefasto destino, también los usuarios de la vía, que regresan del Oriente, o que simplemente llegan a la ciudad desde el aeropuerto de Rionegro. No es raro llegar a la recta del mirador y tener que parar para evitar colisionar con varios jóvenes que acelerador a fondo cruzan por ese trayecto donde el separador, los postes, un peatón, o el más mínimo despiste puede terminar en un grave accidente e incluso en una fatalidad.
Parece ser un tema sin doliente, mueren uno o dos se escucha la bulla mediática sobre el tema durante un par de días, se hacen un par de retenes y semanas después todo vuelve a la «normalidad».
Correr en Las Palmas, se volvió un símbolo de estatus entre algunos motociclistas, unos incluso hacen videos de sus hazañas y los posteaban en sus redes o canales de YouTube, esto implicó ganancias económicas para muchos de ellos y así el fenómeno no solo les dio un «nombre» en los ámbitos callejeros, también dio sus frutos económicos. Algo que podría ser controlado con normas que impidan a plataformas sociales transmitir este contenido en el país, podría ser una forma de evitar el reconocimiento y la ganancia económica por promover conductas que van en contra de la ley. Pero ni para eso ha habido un doliente.
En una vía pública donde el límite de velocidad es de 60 km/h. Llevar una moto a más de 300 km/h no solo es irresponsable, atenta contra la vida de otros. Foto: Vía Facebook
Durante años escuchamos las campañas de algunos sectores del motociclismo, donde la frase «Las Calles NO son para Correr» trataba de motivar a esos «pilotos callejeros» a dejar de arriesgarse y arriesgar a otros. Pero mientras no exista un compromiso real de las autoridades para controlar estos fenómenos, seguiremos teniendo jóvenes donadores de órganos gracias al «Palmódromo».
Una historia sin fin
El hecho más reciente ocurrió hace unos días. Los videos se regaron como virus por las redes sociales y a través de whatsapp llegaron a nuestros teléfonos las imágenes de una moto impactando un poste, mientras la multitud, como en el Coliseo Romano, exclamaba palabras de angustia, por los protagonistas del hecho. Por el sonido de la moto, se sabía que no era un modelo de carreras, pero la velocidad que alcanzó instantes antes del impacto fue suficiente para tumbar el poste y que el pasajero, volara literalmente al carril contrario, donde al parecer fue golpeado por un carro que subía. El triste desenlace dejó una víctima fatal, de tan solo 17 años, era el acompañante del motociclista que impactó el poste, quien está en un hospital recuperándose de las lesiones.
Hace pocos días fue la más reciente fatalidad, un joven de tan solo 17 años. Foto: Vía Telemedellín
Esta es una toma de Google Maps que ubica ambos miradores en Las Palmas. El sitio preferido para los piques ilegales.
Sonará muy cruel pero, algunas veces la diplomacia no sirve para nada, en esta época donde los recursos médicos son limitados, donde personas realmente enfermas no pueden acceder a una cama o a un tratamiento a pesar de que sus vidas están en juego, un joven con toda la salud del mundo llega a ocupar el espacio que otros merecen, solo por jugar a la ruleta rusa con su moto y la vida de los demás. Es cruel pero verdadero. Cada vez son más los que usan su moto para ir al límite poniendo en riesgo a otros, pero hay que verlo por el lado positivo, son órganos jóvenes que pueden salvar otras vidas.
¿Cuánto le cuesta a la sociedad esto, cuánto le cuesta a las aseguradoras este hecho delictivo, por qué no hay nadie que se haga responsable de estos hechos, cuántos muertos más tienen que caer en esta y muchas otras vías que se usan como pistas clandestinas? No es un fenómeno exclusivo de Medellín, ni de Las Palmas, el hecho ha migrado a otros escenarios y en cada uno de ellos se pueden contar las víctimas fatales.