Las bicicletas asistidas de Yamaha son una novedad en nuestro mercado, pero la realidad es que la marca de los diapasones es pionera en este tipo de movilidad.
Posiblemente algunos que pasen de los 40 años recordarán alguna de las primeras bicicletas asistidas de Yamaha que salieron al mercado en 1993, exactamente hace 30 años, de las cuales pocas unidades pisaron nuestro territorio, traídas por Incolmotos, más que nada como vehículos de exhibición que no trascendieron al mercado y que después de un tiempo fueron archivados y olvidados. Pero en Japón la cosa era muy diferente, Yamaha llevaba años trabajando en un concepto donde pedalear fuera más amigable y agradable a la gente, de manera que la bicicleta pudiera convertirse en la opción de transporte para muchos, venciendo la resistencia natural que muchos tenemos hacia el ejercicio en nuestros desplazamientos diarios.
De ahí salieron en los años 70 algunos prototipos que usaban motores de 25 y 35cc, pero los ingenieros y diseñadores querían algo que fuera más acorde a lo que implica una bicicleta, algo silencioso, respetuoso con el medio ambiente y más amigable con la experiencia de pedalear. De esa larga búsqueda salió lo que denominaron PAS “Power Assist System” o sistema asistido de poder, que se basaba en un motor eléctrico dotado de sensores que le permitían ayudar el pedaleo de una manera muy natural, reduciendo el esfuerzo humano, pero sin perder la esencia de lo que es montar en bicicleta.
Tres décadas han pasado desde entonces y varios millones de estas “bicis” ruedan en todo el mundo, principalmente en Japón. Al mismo tiempo que Yamaha ha seguido investigando, mejorando su tecnología y desarrollando nuevos modelos, mejores sistemas electrónicos y dotando a sus bicicletas de motores más compactos, potentes y con baterías de mayor autonomía, lo cual les ha permitido salir de las ciudades y explorar nuevos territorios.
Precisamente, eso último fue lo que me propuse hacer cuando nos ofrecieron la posibilidad de tener por unos días su modelo llamado YDX Torc, una todoterreno de 21 kilos, con marco de aluminio hidroformado, equipada con frenos y cambios Shimano SLX, suspensión delantera de aire Rockshox Recon RL de 120mm de recorrido, ruedas de 27,5” y un motor llamado PW-X que entrega nada menos que ¡80 Newton Metro! de torque y 500 vatios de potencia máxima, alimentado por una batería Yamaha de 500 Wh (vatios hora).
Agradecido con la asistencia
Aunque disfruto mucho salir a pedalear, mi nivel físico y mi constancia no son lo que quisiera, además, 40 años de buscar adrenalina en muchas formas le han pasado factura a unas rodillas que después de cierto esfuerzo pedaleando me hacen desistir de intentar largas distancias, por eso me pareció que el desafío de hacer una ruta larga, de varios días, con etapas de bastante exigencia, sería la mejor manera de poner a prueba esta cicla de Yamaha y así fue como me plantee una ruta de 4 días y cerca de 300km que me dejaría saber si realmente estas bicicletas son todo lo que prometen.
Los primeros días los usé para adaptarme de la mejor forma a un marco que no era de mi talla, yo mido 1,90mt y la bici de pruebas era M, entonces hice lo mejor que pude para ajustarme, aunque la postura no sería la ideal, siendo otro aspecto que me pondría más dificultad, pero confiaba que la ayuda del motor le quitaría bastante presión a las rodillas evitando que me fuera a lesionar.
Viajar en bicicleta nos da la posibilidad de disfrutar mucho más del paisaje y de cada detalle del camino, como esta casa que nos cruzamos en la ruta hacia Aguadas, Caldas.
En esas primeras pruebas me hice una idea de la autonomía, que es la pregunta del millón en todas partes y un tema muy complejo, pues dependiendo de la cantidad de potencia que usemos y de la dificultad del terreno, podemos tener energía para 20km o pasar de los 120 o mucho más. Entonces se necesita entender bien el sistema y saber administrarlo cuando nos planteamos etapas de bastantes kilómetros como era el caso. De manera que en algunos momentos debemos poner más pierna y así nivelar el esfuerzo para llegar con batería al final del día o a los tramos más duros, donde realmente vamos a necesitar del empuje extra del motor.
El secreto está en la planeación
Para algunos todo esto de planificar y gestionar la carga disponible puede resultar aburridor o desagradable, pero en mi caso, el desafío de administrar la batería era algo que le ponía más interés a toda la prueba, que no solo sería para la bicicleta, sino también para mí. Nunca me había arriesgado a irme de viaje pedaleando, limitado por lo que ya les comenté de mis rodillas, y era algo que deseaba hacer desde mucho tiempo atrás.
Con la bici ajustada lo mejor que pude, con el tema del equipaje resultó gracias a unas maletas muy funcionales y fáciles de instalar de la marca colombiana Helo.bags.co, y con la batería al 100% se llegó la hora de partir hacía La Pintada, Antioquia, que sería mi primer destino a 80km de distancia, con una gran variedad de terrenos por delante, desde vías principales hasta recónditos caminos de tierra, en un trazado con bastantes subidas y bajadas.
En el equipaje llevaba lo mínimo necesario, kit de pinchazos con lubricante de cadena y herramienta básica; un poco de ropa, chanclas, chaqueta impermeable, lo esencial de aseo personal añadiendo antisolar, algo de agua, el teléfono para documentar la prueba, gestionar mapas, tener comunicación y por último lo más importante, el cargador de la bicicleta, cuyo tamaño no es precisamente de bolsillo y se llevaba un buen espacio de la maleta trasera. En total estimo que cargaba cerca de 5 kilos que se sumaban a los 21 de la bicicleta, pero que pasaban muy desapercibidos en cuanto a la sensación de manejo.
Rumbo a La Pintada
Esa primera etapa implicó subir unos 25km, con un grado de pendiente intermedio donde utilicé la mayor parte del tiempo el nivel de asistencia llamado “standard” que es el 3° de cinco disponibles, solo en una trepada fuerte con algo de piedra suelta me pase a “High” que es el 4° y con eso subí relajado, incluso usando una mano para gravar con el teléfono como si fuera en una cuesta insignificante. Y eso que tenía todavía un modo con mayor potencia llamado “Extra Power” que lo quería reservar únicamente para cuando fuera absolutamente necesario, ya que el rango de autonomía se cae a la mitad o menos en este modo, pero el empuje es muy contundente, con una sensación de torque que supera la de muchas motos.
Las bajadas predominaron ese día, algunas demasiado pronunciadas, tanto que opté por parar varias veces a dejar que los frenos se enfriaran un poco, más que nada por precaución, puesto que nunca noté que perdieran potencia y pude comprobar lo eficiente que es el sistema de refrigeración que disipa el calor mediante unas superficies aleteadas, muy llamativas, que sobresalen de las pinzas hidráulicas. De todas maneras, en bicicleta no hay plan B, es frenar o frenar, aquí no contamos con freno motor, que pensándolo bien sería muy útil, incluso para tener regeneración como sucede en otros vehículos eléctricos diferentes a las bicicletas asistidas.
Desde el río Arma, límite entre los departamentos Antioquia y Caldas, no paramos de ascender y pronto el calor dio paso a un clima más agradable en medio del paisaje cafetero
En silencio y para mí solo
Decir que me divertí demasiado es quedarme corto, hace mucho tiempo no disfrutaba tanto en dos ruedas, por un lado, gozando del silencio en medio de caminos de tierra que ese día estaban para mí solo y para varias ardillas que no se sintieron intimidadas ante mi presencia, lo mismo que varias aves de coloridos plumajes, algo que el sonido de una moto nunca va a permitir que suceda. Y por otro lado me la pasé delicioso con las buenas sensaciones que transmitía la bicicleta, se notaba el buen trabajo de la horquilla delantera de aire, ajustable en dureza y rebote, con 120mm de recorrido, que se traga muchas de las irregularidades del camino y da una gran sensación de seguridad, al igual que las llantas Maxxis Ardent, que se iban agarrando perfecto en todo tipo de superficies, sumado a la calidad de los frenos, con discos de 180mm que dan una sensación de control de la frenada, con mucho poder y un tacto muy bueno en las levas, que deja dosificar esa potencia con gran precisión, de manera que podemos bloquear cuando sea necesario, pero de la misma manera podemos aplicarlos hasta el límite de la tracción si somos de buena sensibilidad en los dedos.
La última parte del día 1 fue un descenso de 33 km desde Versalles hasta La Pintada, por una de las vías más antiguas e importantes del país, que comunica a Antioquia y la costa norte con el sur de Colombia y con el puerto de Buenaventura, pero que lleva casi un año cerrada al tráfico de vehículos de 4 ruedas en adelante, por un derrumbe que la dejó herida de muerte y que ha puesto a muchos a sufrir. Aunque para mí fue todo lo contrario, ya que me la gocé al máximo bajando prácticamente solo, con buen clima, con un asfalto en excelente estado y con abundancia de curvas y paisajes para disfrutar de lo lindo.
Tras 80 km de puro disfrute llegué al final de la tarde hasta el río Cauca, a buscar hospedaje en La Pintada y cuando me ubiqué en un lugar muy agradable, para descansar y recargar energía (la mía y la de la bici), tenía todavía un 32% de carga en la batería, que de ser necesario me hubiera permitido avanzar más de 30 kilómetros contando con asistencia, pero era hora de disfrutar de una merecida ducha, revisar la bicicleta, lubricar cadena y saborear las buenas sensaciones que me había dejado la etapa, acompañándolas de una cerveza bien helada y una deliciosa cena para luego caer profundo con la tranquilidad de tener mi compañera de dos ruedas “durmiendo” dentro de la habitación, un privilegio que rara vez se tiene viajando en moto.
Día 2, rumbo a Aguadas
La etapa dos arrancó bien temprano, con el objetivo de avanzar lo máximo antes de que empezara el calor que predomina en estos valles bajos. Mi meta era llegar a Aguadas, Caldas, un recorrido que inicia siguiendo el curso del río Arma, por una vía sin asfaltar y que luego de 14km empieza a subir las montañas de la Cordillera Central, pasando de 600 a 2.200 Mt de altitud en 29km donde hay que subir, subir y seguir subiendo, sin casi nada de descanso para las piernas y el motor, salvo un par de descensos que se deben volver a remontar y que sirven para tomar un poco de aire. La suerte fue que el clima nos acompañó con un cielo encapotado la primera parte, donde el calor suele ser más fuerte y luego salió un sol delicioso a medida que ganábamos altura y el clima se tornaba más agradable junto con las increíbles vistas que ofrece esta ruta a las entrañas de los pueblos cafeteros de Caldas.
Me tomé el día sin prisas, pedaleando nuevamente con la asistencia intermedia en las cuestas más fuertes, de manera que el ejercicio se sintiera, pero evitando castigar las rodillas, que venían funcionando perfecto. Paré muchas veces obligado por la panorámica, que a medida que subía se ponía cada vez mejor. En el corregimiento de Arma, que en la colonia fuera un enclave muy importante de la corona española, fundado en 1542, paré a disfrutar de un merecido desayuno y aproveché que el antiguo templo estaba abierto para conocerlo y dar gracias. Esperando que la ruta me siguiera tratando igual de bien como hasta entonces.
Ligero de equipaje
A mitad de la tarde ya estaba ubicado en una casona antigua de Aguadas, transformada en hospedaje, pero que en el pasado debió ser el hogar de una de esas familias numerosas de la colonización antioqueña. Este lugar me lo habían recomendado en la oficina de turismo en la plaza central, allí también me sugirieron un restaurante, que resultó muy bueno, y me indicaron el camino hacia un cerro aledaño, llamado Monserrate, que goza de una vista privilegiada de 360°. Para subir hasta allí la vía es una pared, pero usando el modo Extra Power subí como en moto, ya sin ninguna preocupación de cuidar la batería que estaba recién cargada, proceso que toma de 3 a 4 horas según el nivel y me pasé el resto de la tarde disfrutando la panorámica y luego me fui a recorrer el pueblo y sus empinadas calles ligero de equipaje.
Con la tarde libre en Aguadas, nos subimos en modo Extra Power la dura cuesta del cerro Monserrate a disfrutar de una panorámica de 360° para gozar también del atardecer
Mientras la cicla recibía su «alimento» en la habitación del hotel yo me deleitaba con un rico almuerzo. Había que cargar baterías para las montañas que nos esperaban rumbo a Sonsón.
Volví al hotel de noche, usando unas luces que había pasado de mi bicicleta y que a mi parecer debería venir incluidas en esta Yamaha, sabiendo que cuenta con la energía para moverlas, pero en cambio trae reflectivos que, personalmente, no me transmiten la misma seguridad que dan los sistemas LED cuando rodamos de noche.
Una ruta corta pero desafiante
La etapa siguiente era la que más incertidumbre me causaba, el destino sería Sonsón, Antioquia, ubicado a 44km y me esperaba cruzar el cañón de río Arma, descendiendo hasta el fondo por una vía angosta sin asfaltar, con tramos de gran pendiente para después trepar 1.600 metros de altitud en 19 kilómetros por un camino muy empinado donde abunda la piedra suelta, era la etapa más corta pero sin lugar a dudas la más desafiante para mí y para la bicicleta, agregando que es una ruta de muy poco tráfico, donde hay que evitar al máximo los errores, ya que la soledad sumada a los profundos abismos no ayudan mucho.
Cuidando bastante los frenos logré llegar al fondo del cañón entero, en un tramo que disfruté mucho, no solo por la ruta sino también por el paisaje, que ofrece vistas increíbles. Lo mismo hice con la batería, siendo consciente de que iba a necesitar cada vatio disponible para trepar la montaña que se alzaba imponente al otro lado, de manera que al llegar al río contaba con 84% de capacidad. En este punto el calor era muy fuerte y así empecé a pedalear en una superficie que a ratos era muy firme, pero que en las pendientes más fuertes se complicaba con abundante piedra suelta de buen tamaño, lo cual dificultaba el avance y me hacía preocupar de un posible pinchazo.
Después de un largo descenso, donde los frenos de la Yamaha no pararon de trabajar, llegamos hasta el fondo del cañón del río Arma. Nos esperaba la subida más desafiante de toda la ruta
Buen samaritano
A solo 3 km de iniciar la escalada, fue evidente que la batería no iba a llegar hasta arriba, por más que trataba de usar solo hasta el nivel 4 de ayuda (High) y entonces al pasar por la única finca que parecía tener vida en mucho tiempo, les pedí que me dejaran cargar la batería por lo cual esperaba pagar algo a cambio en agradecimiento, pero al final, una hora y cuarto más tarde, cuando la batería ya había llegado al 100% no solo no me quisieron aceptar nada, sino que para ese momento ya me habían brindado una deliciosa taza de arroz con leche que me había dado bastante energía para afrontar los 16 Km que me faltaban para la meta.
Aquí cargamos la Yamaha para tener carga suficiente para el final de la montaña
Ese tramo no solo fue el más duro de todo el viaje, sino que también fue el mejor y el más satisfactorio, ya que a pesar de tener la ayuda del motor, que fue muy valiosa, me vi obligado a poner bastante de mi parte, con el objetivo de tener batería hasta el final esperando que en el último tramo me fallaran las fuerzas, lo cual no sucedió y pude llegar a Sonsón con 35% de carga, disfrutando de un hermoso atardecer y con esa sensación única de haber logrado algo que más allá de una prueba se había convertido en un desafío personal.
De vuelta a casa
Ya solo me faltaba una etapa de 74 Km, toda sobre asfalto, con buena dosis de montaña para regresar al punto de partida. Después de desayunar en el hermoso parque de Sonsón, con sus casonas coloniales, salí a disfrutar de este último tramo. Por primera vez me llovió, pero eso no fue problema alguno, al contrario, sirvió para terminar de confirmar el excelente agarre de las ruedas, que solamente me fallaron por un descuido mío, cuando una distracción me puso con la rueda delantera en el canto de un desnivel cortado a tajo en el asfalto que terminó tirándome al suelo, afortunadamente a una velocidad moderada. Al pararme me di cuenta que no era grave, la rodilla derecha dolía, pero podía moverla y también sentía dolor a ese mismo costado de la cadera.
No voy a negar que la felicidad que traía se vino abajo de golpe, en ese punto me faltaban apenas 17 km para llegar y como había administrado muy bien la batería lo que hice fue poner el modo Extra Power y me vine usando toda la potencia del motor, con las piernas rotando suavemente en los pedales, aguantando el dolor y agradeciendo que no pasó nada grave, ya que al dar vueltas por el suelo terminé en media vía y varios carros me frenaron cerca. Así pude llegar y terminar la ruta con un sabor agridulce, pero feliz con la bicicleta que probó ser una excelente compañera de aventuras para los que esa ayuda extra del motor significa demasiado.
El compacto tablero brinda mucha información no solo de la batería y modos de potencia, sino también sobre distancias, velocidad, promedio cadencia de pedaleo y además se puede emparejar con aplicaciones para ciclismo. Adicionalmente tiene iluminación y una toma de carga mini USB. Desde un comando ubicado junto al puño izquierdo se controlan los 5 modos de asistencia y se navega por la información del tablero
En nuestro canal de YouTube podrán encontrar un video donde les contaremos más detalles de este viaje junto con imágenes que lo ilustran de una mejor forma.
La Yamaha YDX Torc tiene un marco de aluminio hidroformado que viene en tres tallas, S, M y L, ruedas de 27,5, suspensión de aire de 120mm, 11 velocidades y discos de 180mm

Las Maletas
Tan esencial como la bicicleta lo fueron las maletas que usamos para poder realizar esta ruta. Investigando encontramos la marca colombiana Helo Bags y de inmediato nos llamaron la atención dos de sus productos, el bolso ELKA de 9,5 Lt., diseñado para colocarse en el manubrio y la tula LUMA de 11 Lt. que se instala en la caña y asiento de la bicicleta.
Después de probarlas podemos decir que son una excelente alternativa, fáciles de instalar y de remover, muy seguras, con materiales de calidad, bastante funcionales y que no interfieren con el manejo ni afectan la estabilidad de la bicicleta. Además, permiten llevar suficientes cosas para hacer viajes cortos sin problema. Un producto nacional que nada tiene que envidiar a otros traídos de afuera y que podemos recomendar al 100% después de la prueba.
Si quieren ver todas las características y diferentes productos y precios los pueden encontrar en Instagram como @helo.bags.co o en www.helobags.com