Pocas motos han causado tanta controversia en la era reciente como esta maxitrail nacida en Milwaukee. Por cuenta de su auténtico diseño e inusual estilo dentro de la marca del águila es amada y odiada por igual. Hablamos de la Harley Davidson Pan America 1250.
Pero nosotros, hasta no probar una moto como se debe, no podemos tomar partido más allá de opinar sobre las cuestiones estéticas y como siempre decimos, en temas de gusto cada quien tiene su propia idea y todas son respetables. La nuestra es que, sin estar flechados por sus formas, que todavía nos parecen raras, en especial el diseño del frontal tan fuera de lo común, le destacamos que tiene mucha “personalidad”, con un carácter único y eso es fundamental en cualquier Harley, que en todas partes destaque, cosa que nos quedó confirmada tras varios días de rodar con ella por el nororiente de Cundinamarca. Donde encontramos un escenario perfecto para poner a prueba sus capacidades como compañera de aventuras todoterreno.
Si nos ponemos a enumerar todo lo que tiene esta moto en sus diferentes versiones (nosotros probamos la básica) nos gastaríamos un espacio que preferimos usar para contarles lo que nos pareció, que al final es lo más útil para quienes la estén considerando como futura compra. Pero hay que decir que se trata de una moto que ronda entre 245 y 258 kilos con el tanque lleno (según la versión), que es alta y que a pesar de tener la silla ajustable en dos alturas (850/875mm) y ser muy esbelta de “cintura”, será mucho más adecuada para personas con buena estatura y fortaleza, por lo menos por arriba del metro setenta y cinco, de ahí para arriba cada centímetro y cada gramo de músculo serán bienvenidos, porque cuando se maniobra en parado o a muy baja velocidad se sienten los kilos tan pronto se nos sale de balance, dado que su centro de gravedad se ubica algo alto.
En cuanto a comodidad, factor clave en cualquier viajera, la calificación es sobresaliente, del asiento solo tenemos cosas buenas para decir en ambos puestos, amplio, confortable, permite moverse para variar la postura y descansar, no genera calor molesto. Las horas en ella se pasan sin sufrir. Por otro lado, la posición es bastante relajada, las piernas van en una ubicación muy natural, la espalda erguida y lo mismo aplica al pasajero, que además de tener buena visual desde su puesto, se puede sujetar muy bien gracias a un par de agarraderas ubicadas correctamente y generosas en tamaño. Cuando usamos el asiento en la posición baja notaremos un apoyo lumbar que añade confort en largos recorridos. Lo único que nos costó un poco al comienzo fue la distancia del manubrio, que está más lejos que el promedio y los brazos quedan más estirados de lo usual, eso a pesar de que se encuentra bastante retrasado con respecto al eje de dirección.
En la nueva tienda de Harley Bogotá nos dieron una rápida inducción sobre la que sería nuestra compañera de ruta, también fue evidente que de la mano de Autogermana ha comenzado una nueva etapa para la marca en Colombia, empresa que asumió la distribución en la capital y que de entrada nos sorprendió con la posibilidad de hacer esta prueba, tema que en el pasado era muy poco probable. Dicha prueba arrancó con nubes amenazantes en medio del tráfico capitalino. De la inducción quedó claro que habría mucha tela para cortar en lo referente a la electrónica y posibilidades de ajuste, donde la Panamerica no se queda atrás frente a la competencia. Solo hay que ver la cantidad de botones que tienen sus comandos para saber que hay mucho para entretenerse si somos de los que disfrutamos “explorando” con la tecnología.
«Mejor dicho, habrá con qué entretenerse de sobra»
De entrada, podemos elegir entre cuatro modos de manejo dependiendo si nos movemos en lluvia, destapado, asfalto o si sentimos la urgencia de una dosis alta de adrenalina, pero si estos mapas no son suficientes, también podemos crear uno propio, ajustando a nuestro gusto las diferentes variables que afectan la respuesta del motor, el tacto del acelerador, el control de tracción, los frenos ABS, el control de elevación de la rueda delantera, el freno motor, la intervención de la electrónica en curvas, el control de arranque en subidas. Mejor dicho, habrá con qué entretenerse de sobra. Agregando que la moto cuenta con conectividad bluetooth para gestionar llamadas, música y navegación, esto último sincronizando con el navegador del celular mediante una aplicación de la marca y a través de su pantalla a color de 6,8 pulgadas, que además es táctil. También hay que añadir un sistema de control de velocidad crucero y si hablamos de la versión Special, se sumará la suspensión delantera semiactiva, que en la básica cuenta con ajustes manuales. Atrás, ambas versiones montan un monoamortiguador con control automático de precarga y gestionado electrónicamente en compresión y extensión.
Comienza la diversión
Transitar por las avenidas de Bogotá no supuso problema alguno, desde que empezamos a movernos la moto mostró una faceta muy amigable, el motor dejó ver su lado más suave a baja velocidad y la moto resultó muy ágil para fluir entre el tráfico, contradiciendo lo que uno pensaría al ver sus dimensiones, pero eso sí, dejando notar pronto el calor que despide el inmenso bicilíndrico cuando tenemos que estar parados algún tiempo, especialmente por el lado derecho, por donde salen los tubos de escape. Que por cierto es el lado más hermoso de este nuevo V twin de distribución variable, llamado Revolution Max, que eleva la vara de las prestaciones a un nivel inédito en la marca americana, con nada menos que 150 caballos y 128 newton metro de torque y con la capacidad de superar las ¡9.000 revoluciones! Números que dejan claro que la experiencia en ella será cualquier cosa menos aburrida o lenta. Pero más allá de ofrecer potencia y torque de sobra, el V2 de 1.250cc juega un papel clave como elemento estructural que forma parte del chasis, ayudando así a bajar kilos y aportando rigidez necesaria a todo el conjunto dinámico.
De la ciudad salimos a mediodía con la lluvia pisándonos los talones, pero por poquito nos salvamos y pronto las densas nubes dieron paso a un inesperado cielo azul que nos acompañaría por el resto de la tarde, mientras poníamos rumbo a la zona esmeraldera de Cundinamarca. Con el sol calentando el asfalto no fue difícil empezar a explorar las capacidades de la Pan America 1250 cuando se trata de curvas y buenas rutas de montaña, como la que asciende desde Guasca hacia el Alto de la Cuchilla, una vía que además de buenas curvas y poco tráfico ofrece un paisaje espectacular, dominado en lo alto por la exótica vegetación del páramo y con panorámicas hermosas que esa tarde se podían disfrutar a plenitud. También intentamos disfrutar plenamente el bicilíndrico mientras trepábamos la montaña, con el modo “sport” en acción, pero rápidamente nos dimos cuenta que es tan poderoso que se nos quedaba corto el espacio para exprimirlo, el empuje es de lo mejor que hayamos sentido últimamente en esta categoría, con una sensación muy directa y una respuesta al acelerador de esas que enamoran y que obligan a usar todos nuestros sentidos a tope, porque la curva que parece estar lejos, llegará como si un cohete nos estuviera impulsando. Abrir el acelerador es sentir como si la catapulta de un portaviones nos hubiera disparado hacia adelante. El torque y la aceleración de esta Harley es de lo más delicioso que uno pueda sentir en dos ruedas y de inmediato nos trajo a la memoria la forma como aceleraban las KTM 1290 o las Ducati Multistrada años atrás, antes de que sus configuraciones Euro 5 les quitaran ese carácter que ahora tiene la Pan America y del cual sus usuarios se van a enamorar sin duda alguna.
«A primera hora el rugido del “Revolution Max” rompió el silencio del pueblo»
Si bien todavía no llegaba la hora de exprimirla a fondo, subiendo a La Cuchilla quedó claro que había material de primera calidad, no solo en cuanto a motor, sino también por el lado del chasis, las suspensiones, los frenos y las llantas. Acelerar, cruzar, inclinar, cambiar de dirección y frenar se le daba con gran naturalidad, como si fuera una moto con años de evolución y no la primera maxitrail de la familia Harley.
Con la última luz del día llegamos a Gachetá y decidimos quedarnos a pasar la noche en este auténtico pueblo cundinamarqués, enclavado entre escarpadas montañas de la cordillera oriental, una tierra verde, rebosante de agua y con una geología que crea bellos paisajes, tanto, que fueron muchas las veces que nos vimos obligados a parar en el camino para apreciar el hermoso panorama que nos rodeaba a medida que bajábamos del páramo, serpenteando por una entretenida carretera de esas que no dan pie a aburrirse un segundo.
Si algún día se animan a visitar este pueblo, no dejen de ir a comer a la charcutería Euro Suisse, en una esquina del parque principal, a disfrutar sus deliciosas salchichas alemanas. Claro que hay mucho más para antojarse, de manera que es rodeaba a medida que bajábamos del páramo, serpenteando por una entretenida carretera de esas que no dan pie a aburrirse un segundo. Si algún día se animan a visitar este pueblo, no dejen de ir a comer a la charcutería Euro Suisse, en una esquina del parque principal, a disfrutar sus deliciosas salchichas alemanas. Claro que hay mucho más para antojarse, de manera que es buena idea contar con espacio libre en las maletas. Nosotros nos enteramos gracias al dueño del hospedaje y será motivo para volver.
La Pan America 1250 no se arruga con los destapados, se divierte con ellos
A primera hora el rugido del “Revolution Max” rompió el silencio del pueblo, es un sonido de tono grave que emana del silenciador a un volumen correcto, suficiente para acompañar, pero no tanto para molestar. Con el equipaje amarrado a su pequeña, pero sólida parrilla, salimos hacia Gachalá, pueblo ubicado a orillas de la represa del Guavio y condimentado por la magia de las historias de esmeraldas que traen fortuna instantánea a quienes pasan su vida en busca de ellas, como el relato de “La Emilia”, una de las 5 esmeraldas más grandes conocidas en el mundo, que con sus 3 libras se volvió mito desde que fue encontrada en 1967 por estas tierras y un día después, tan rápido como llegó, se le perdió el rastro y nunca se volvió a saber de su paradero, que dicen unos, es una bóveda en Suiza, pero que nadie sabe a ciencia cierta.
Nosotros no veníamos buscando fortuna, ni piedras preciosas, nuestro tesoro era la carretera que bordea toda la represa, que además de buenos paisajes prometía ser un escenario perfecto para probar las capacidades todoterreno de la Pan America 1250. En eso transcurrió el día 2, sin afán recorrimos todo el circuito, encontrando una moto que no se intimida en el terreno difícil y que tampoco es complicada de llevar cuando hay poca tracción, pantano, piedra suelta, pendientes fuertes y todo lo que se puede esperar en el trópico de una vía sin asfalto con un invierno como el que estamos viviendo actualmente.
A ritmo de paisaje íbamos pasándola “sabroso”, así como dicen que vamos a vivir pronto en Colombia con el cambio que viene. Se rueda perfecto con ella a baja velocidad, el motor se muestra muy a gusto, pleno de torque desde muy bajas revoluciones, lo que permite que traccione de maravilla en los pisos más sueltos y los deflectores que se proyectan a ambos lados del radiador son muy eficientes para desviar el aire caliente lejos de las piernas a cualquier ritmo. Pero cuando queríamos apretar un poco el acelerador la moto no se descomponía para nada, al contrario, era bastante la sensación de seguridad y las suspensiones, sin ser las de mayor recorrido, absorbían adecuadamente las irregularidades. No crean tampoco que se trata de una moto de rally o algo por el estilo, como tampoco es la que vamos a querer llevar por caminos de herradura, aunque ahora no faltan los ociosos que son felices destruyendo sus maxitrail en verdaderas trochas y también sus espaldas de tanto hacer fuerza para levantarlas, cuando hace rato que están inventadas las motos de enduro.
Rodando de pie en el destapado sentimos el mismo nivel de confianza que nos dio al ir con pasajero, pero con mayor licencia para abrir el acelerador
Al final del día habíamos rodado más de 100 kilómetros fuera del asfalto y otros tantos en pisos de diferente calidad, algunos muy buenos y otros demasiado malos, con baches cortados a tajo, resaltos, zanjas, derrumbes, obras y no faltó el pantano, la lluvia y tramos muy resbalosos de suelo arcilloso, donde las llantas que vienen de serie no son las ideales, pero gracias a lo fácil que es llevar la Pan America 1250, no tuvimos ningún susto o dificultad para avanzar.
Y ya que hablamos de sus llantas, hay que comentar que se trata de un desarrollo realizado en conjunto entre Michelin y Harley Davidson. Se llaman Scorcher Adventure y en los costados también se puede leer el logo de la marca de Milwaukee. Son de un labrado mixto, para un uso de un 70/30 asfalto tierra, que es lo que la mayoría de los usuarios de este estilo de motos requieren y en ese espectro lo hacen excelente. Y es que salvo las deslizadas que tuvimos en los tramos más resbalosos, que eran para usar tacos grandes, nunca nos dieron la más mínima sensación de inseguridad, las exigimos mucho en curvas, también en mojado con el modo sport y se portaron a la altura de una moto que empuja durísimo y que es una bestia trazando curvas. Incluso hubo un momento difícil donde, por error, pisamos un parche grande de brea en medio de una curva a la derecha, de esos que aplican para sellar grietas y que se ponen como vidrio mojado. Era como de medio metro de ancho por un metro de largo y al tocarlo la rueda delantera se fue por completo, la dirección se alcanzó a cerrar y después la trasera derrapó. Nos vimos en el suelo, pero al volver al asfalto el caucho volvió a agarrar, a pesar de que en ese momento llovía fuerte la moto retomó la trazada de la curva de manera impecable y tan rápido que ni tiempo de asustarse hubo. Eso bastó para borrar cualquier duda que hubiera con las Michelin, tremendas ruedas hicieron para esta moto.
Rodando de pie en el destapado sentimos el mismo nivel de confianza que nos dio al ir con pasajero, pero con mayor licencia para abrir el acelerador y ser más agresivos con el manejo, tanto que uno empieza a olvidar que va en una moto de 250 kilos y que no es bueno tentar los límites con algo de este tamaño y costo. Aunque ella incita a hacer todo lo contrario… Claro que una cosa son los caminos de tierra en Norteamérica y otra muy diferente en los Andes colombianos. Allá seguramente van a poder exprimirla y ver velocidades muy altas en su pantalla a color, dejando atrás inmensas nubes de polvo. Nosotros, con semejantes precipicios, mejor disfrutar del paisaje, que en esta ruta fue de 10 sobre 10.
El día tres comenzó en un pueblo de Boyacá llamado Guateque, al cual habíamos llegado de noche, exprimiendo al máximo la jornada, algo que no es recomendable al viajar largo, pero a nosotros nos sirvió para ensayar las luces LED, que además de ser bien raras a la vista, iluminan lo que uno espera de una moto de este nivel, abarcando correctamente la zona que se necesita ver, con buen alcance en altas y con potencia correcta para rodar tranquilos en a noche sin estar incomodando a los otros. En la Special se complementan con un faro auxiliar adaptativo que debe mejorar sustancialmente la visión en las curvas.
De Guateque salimos a primera hora con rumbo al Casanare, sin destino fijo, pero con el firme objetivo de cruzar los túneles que en su momento se hicieron para construir la represa de Chivor.
Nos esperaba un día de muchas curvas, asfalto impecable y más paisajes para seguir deleitando la retina. La lluvia se nos apareció pronto, pero eso no le restó nada al placer de ir rodando con la Harley en medio de esas imponentes montañas. Paramos a tomar aguapanela caliente con pandequeso recién horneado en leña, nos pusimos los “pituches” plásticos y a seguir disfrutando la ruta, que entre cascadas, la represa, los túneles, las curvas, la frondosa selva y los caudalosos ríos nos mantuvo boquiabiertos hasta que llegamos a San Luis de Gaceno, muy cerquita de la llanura y a pocos kilómetros del límite entre Boyacá y Casanare. Allí nos hidratamos, dimos la vuelta en U y emprendimos el regreso, porque temprano al día siguiente debíamos estar entregando nuestra compañera de dos ruedas en el mismo lugar donde la recogimos.
«La conclusión es que Harley le acertó al primer intento a lo que es una verdadera maxitrail para hacer viajes de largas distancias sin estar limitados al asfalto»
No está de más decir que la dosis de curvas para volver a la Sabana fue un banquete suculento, ya había la confianza plena para exigir el bicilíndrico, aunque seguía siendo difícil llevarlo a fondo, es tanta la potencia que las cortas rectas se las devoraba en un abrir y cerrar de ojos, en todo caso no hubo manera de aburrirse, por el contrario fue mucha la dosis de adrenalina que nos aplicamos en esa ruta que termina en el embalse del Sisga, donde empalmamos con la autopista norte, a partir de ese punto salió a flote la rutera confortable, que mantiene altas velocidades con su motor relajado, con su parabrisas de ajuste rápido (en dos posiciones) desviando todo el aire por arriba de nuestra cabeza. Un terreno menos emocionante donde ella se transforma en devoradora de kilómetros profesional. La conclusión es que Harley le acertó al primer intento a lo que es una verdadera maxitrail para hacer viajes de largas distancias sin estar limitados al asfalto, pero también logró una moto con un carácter deportivo que llega pisando fuerte entre todas sus rivales, del diseño podemos decir que nos parece bastante funcional, estéticamente muy original con acabados y materiales de calidad, se ve fina, sólida, sin duda hecha para resistir varias vueltas al mundo. DM
Comentarios Pan America 1250
- Aunque se trate de la versión básica consideramos que debería incluir el gato central y los cubremanos de serie.
- El tablero brinda mucha información útil, pero algunos de los datos son difíciles de leer por ser muy pequeñas las letras y números.
- La gestión de los modos de manejo es muy fácil, lo mismo que la navegación en los diferentes menús del tablero.
- Al principio intimidan los comandos con semejante cantidad de botones, pero luego uno se da cuenta que son bastante intuitivos y fáciles de usar.
- Se extraña la opción de un sistema de cambio rápido, que Harley no ofrece en ninguna de sus versiones. -Los espejos son de tamaño compacto, pero cumplen bien su función.
- Se agradece que las levas de embrague y freno sean ajustables y pensadas para manos de todas las tallas.
- No pudimos acostumbrarnos a que el motor se demore 5 segundos para apagarse después de cortar el encendido.
- La llave de distancia resulta muy conveniente.
- La llave de distancia resulta muy conveniente.
- En pantano notaremos que el guardabarros delantero en muy corto y deja totalmente expuesto el radiador.
- Los frenos tienen la virtud de ser muy potentes, pero a la vez muy fáciles de dosificar.
- De la caja nos gustó el desarrollo de sus 6 marchas, también que es precisa y de corto recorrido la palanca, pero nos pareció algo dura de accionar, como para usar botas todo el tiempo.
- Con capacidad de 5,6 galones y un consumo que en nuestra prueba fue de 68 km/g, la autonomía supera perfectamente los 300km con buena reserva a favor, distancia que seguramente puede aumentar si la ruta es toda en asfalto.
- De gran ayuda es el control de arranque en pendientes, que aplica frenos automáticamente hasta que la moto está en movimiento.

Esta fue nuestra compañera de aventuras para la edición 162 de La Revista De Motos, la Harley Davidson Pan America 1250
1 Comentarios
Buenas es una moto muy completa fuera de serie algún día quisiera tenerla nada es imposible Samuel Vstrom 650 Suzuki