Este artículo que compartimos a continuación con ustedes, fue publicado originalmente en la edición impresa #93, de Diciembre del 2009, de La Revista De Motos. Andes Patagonia, se entregó en dos partes. Acá va la primera de ellas, esperamos sea de su agrado.
Altas montañas, cañones profundos, bosques húmedos, páramos interminables, lagos cristalinos, desiertos fríos, desiertos calientes, nevados, preciosos valles de montaña, carreteras curvadas, aguas termales, glaciares, estepas que llenan todo el horizonte, trochas en arena / tierra / piedra / roca, mar de aguas frías bajo un sol abrasador, represas gigantescas, viento inclemente y helado, lagunas azules / verdes / coloradas, volcanes en todo el rededor, salares inmensos, pingüinos, ríos y lagos color azul aguamarina, construcciones antiguas descomunales, planicies enormes cultivadas, deliciosa carne asada, cielos infinitos, extraordinarias cataratas, platos deliciosos y variados, geología impresionante, lugares únicos en el mundo, etc. Todo esto y mucho más dentro de un ambiente seguro, con gente amable, querida y servicial por todas partes, a precios asequibles, con fronteras fáciles y en nuestro propio idioma. ¿Se podrá pedir más? Eso es Sudamérica, al menos la que yo viví a bordo de Suzi, entiéndase Suzuki DR 650.
El delirio de viajar lejos sobre dos ruedas nos pertenece a muchos, es tal vez la herencia genética de nuestros antepasados haciendo sus jornadas a caballo. Mi viaje fue esperado durante 34 años, planeado durante 2 y medio, y finalmente recorrí 38.500km en 165 días. Los destinos dependen de los gustos individuales, y para todos hay. Es increíble cómo de variado es nuestro continente. Tuve especial interés en seguir la ruta de Bolívar en la campaña del Perú y en ascender al nacimiento del Amazonas. Si Ud. amigo lector está interesado en más detalles y numerosas fotografías, así como en mapas con la ruta, puede visitar mi blog descriptivo del viaje en www.horizonsunlimited.com/tstories/lema.
Cuando se viaja en avión el cerebro entiende la distancia a casa por las horas de vuelo. Podemos sentirnos más cerca de casa después de viajar cuatro horas en avión que diez en motocicleta. Pero estando en el lejano sur la sensación de lejanía fue inmensa, porque estaba a miles de kilómetros y a meses de distancia de casa. Pensé en la redondez de la tierra y cómo mi país estaba mucho, pero mucho más allá del horizonte; mi motocicleta y yo éramos los únicos responsables de esa lejanía, nadie más. Ahí sí me sentí viajero, viajero de larga distancia. Una sensación maravillosa.
Aquí vemos a Santiago Lema el protagonista de esta historia, junto a Suzi, su DR 650, en los Andes peruanos.
Pasé Ecuador sin mucho detalle pues ya antes había transitado varias de sus carreteras. Entré al Perú con mucha expectativa, no sólo por el tiempo que me tomaría atravesarlo de norte a sur por carreteritas que casi ni salían en los mapas, sino por la cantidad de sitios interesantes que me esperaban. Chachapoyas se quedó para el próximo viaje porque el río se había llevado la carretera por donde yo iba.
El señor de Sipán, la tumba más rica encontrada en Perú.
Al cambiar de ruta conocí el sitio de la tumba más rica encontrada en Suramérica, la del Señor de Sipán en Lambayeque. Es increíble que este jefe se haya hecho enterrar junto con siete personas. En el desierto cercano a la costa conocí el milagro que produce el riego, la arena convertida en verdes y frondosos sembrados. Pero la alta cordillera es otro país. Allí el campesino ara la tierra a mano o con bueyes, pero con un palo, nunca con máquina de cuchilla metálica. Y ara en las inclinadas laderas de profundos cañones, donde el color verde brilla por su ausencia. Qué desagradecidos somos en Colombia con el país tan verde que nos tocó. En Cajamarca conocí el Cuarto del Rescate y pude “sacarme el clavo” que tenía desde tercero primaria cuando nos enseñaron la historia de Atahualpa y el salón lleno de oro que ofreció y pagó a cambio de su liberación; Pizarro tomó el rescate pero ejecutó a Atahualpa.
La difícil carretera a Pallasca, que Santiago recorrió con la rodilla lesionada.
La carretera de la sierra es casi una trocha entre Huamachuco (con estupendas ruinas) y Caraz. Partí a las 5:30am para tratar de cubrir en ese día lo que calculaba eran 350 km pero que finalmente fueron 460. Antes de Angasmarca, irónicamente en un tramo de carretera bueno, la moto se me derrapó de adelante, no me caí pero cuando toqué suelo con el pié derecho, ella estaba ya muy inclinada. Sentí que la rodilla me había explotado. Paré y me bajé pero cuando me apoyé en ambas piernas, mi rodilla derecha se desplazó suelta hacia el lado izquierdo sin que nada la retuviera. Me había reventado los ligamentos internos? Tendido en un costado y en la soledad de esa carreterita pensé que el viaje había terminado, pero… a qué pueblito iba yo a ir a que me cosieran, y quién se iba a encargar de Suzi, y la recuperación… qué tan larga sería? Decidí treparme de nuevo y pronto sentí que Dios iba conmigo.
Empecé a pensar positivamente enviando energía hacia la rodilla, tal vez estaba sólo averiada y Él podría arreglarla. Con el esfuerzo y la reacción a la lesión, pronto empecé a sudar frío. Me detuve de nuevo y en “patasola” desocupé la maleta para sacar del fondo los analgésicos que llevaba. Desde ese día viajaron en el bolsillo de la chaqueta. Cuatro horas después me tiré otro par de Advils cuando me percaté del cañón que tenía por delante. La bajada no fue complicada, pero la subida a Pallasca, al otro lado del cañón, fue el tramo (de 15km) más duro que recorrí en todo el continente. Dos huellas muy profundas en piedra muy filuda y suelta, vía estrecha con el abismo a sólo medio metro de la llanta y cantidades de zig-zag con curvas muy cerradas.
Junto a Suzi en el parque de Caraz, donde los médicos le dijeron que la lesión no era grave
Y no podía (o no debía) bajar nunca la pierna derecha! A las 5 de la tarde llegué a Chuquicara donde la carretera se divide hacia la costa o hacia la sierra, a donde yo iba. Puse gasolina y me enteré de que faltaban 60 km de camino “muy duro” antes de coger pavimento. Sabía que no haría el destapado en menos de dos horas lo que significaba rodar de noche, pero hice el ensayo y partí, sólo para devolverme después de 200 metros. El Cañón del Pato que tenía por delante para remontar se mostraba poco amigable a esa hora, el piso lo era mucho menos con piedra grande medio enterrada, filuda y amenazante y yo llevaba ya casi 12 horas lidiando. Me devolví y encontré dormida en la “sala” de vulcanizar. Para entonces ya me había entablillado la pierna, por lo que dormí vestido sobre un colchón que me facilitó el amigo de la bomba. Al día siguiente hice los 60km del Cañón del Pato en cerca de 3 horas, tremenda carretera por la orilla del río, con mas de 30 túneles, preciosa y emocionante, para hacerla de día pero nunca de noche y cojeando. La historia termina en el hospital de Caraz donde el médico me dictaminó un esguince en primer grado pero las estructuras internas de la rodilla sanas. Guardé quietud en ese bello pueblo rodeado por altas cumbres, descansé, escribí y di muchas gracias a Dios.
El montallantas donde pasó la noche antes de cruzar el cañón del pato, que vemos en la imagen inferior
Atravesar la Cordillera Blanca desde el Callejón de Huaylas hasta Huánuco es también una emocionante aventura, y no sólo por la exigente carretera, sino también por conocer Chavín de Huántar con el dios Lanzón que hablaba desde el interior de una pirámide a través de una kena gigante construída en el terreno. Esta kena funcionaba con el aire impulsado por agua bajando a gran velocidad por un cárcamo, toda una obra de arte musical con ingeniería para la dominación del pueblo por parte del chamán hace sólo 2.500 años. Huánuco Pampa, la capital del Chinchaysuyo con sus inmensos graneros y bodegas de manufactura. Las torres de Susupillo en Tantamayo, rascacielos en lo alto del Marañón.
Atravesé Huancavelica con el fin de coronar Abra Huayrajasa que con 5.050 m es el paso de carretera más alto de las Américas. Pocos kilómetros antes alcancé a Japhy Dhungana, de Nepal, pedaleando y arrastrando un remolque con su bicicleta. Éstos ciclistas son gente tenaz, me les quito el sombrero, el casco y todo. Su sitio www.transformundo.com es una poesía, tanto los textos como las fotos son excelentes. A él lo cogió la tormenta apenas empezando a bajar de Huayrajasa, a mí me cogió en Santa Inés (poblado de 10 casas) tratando de despincharme. Accidentalmente rompí la llanta y afloraron los alambres. Tuve que cortarlos con mi navaja, y poner un “zapato” con un pedazo de llanta vieja de bicicleta, asunto muy difícil en el estrecho espacio y debiéndose acomodar primero el zapato entre el neumático y la llanta para proteger aquel, y luego doblarlo entre ésta y el rim para que se mantuviera sin moverse. La inflada del neumático fue de gran expectativa esperando a ver si se pinchaba de nuevo o no. No queriendo dormir allí, preferí salir aún nevando y ya oscuro para rodar hasta el próximo pueblo. Alto en la montaña la nieve firme hacía que el piso fuera estable, pero a medida que bajaba, ya era agua-nieve-pantano, muy liso. Con extremo cuidado y a baja velocidad para no ir a pinchar de nuevo, llegué a Pilpichaca en donde encontré alojamiento en la estación de Policía, al final de la aldea completamente oscura. Al día siguiente, también muy despacio aunque ya por pavimento, llegué a Ayacucho en donde conseguí una nueva llanta que me duró todo el viaje hasta regresar a Medellín.
La imponente cumbre del Huascarán, en el callejón del Huaylas
Ayacucho es bien interesante. Allí Sucre se inmortalizó en la batalla final por la independencia en la Pampa de Quinua, ya antes había visitado el sitio de la Batalla de Junín. En esta zona hay ruinas Wari de hace 1.500 años. La Cueva de Pikimachay fue habitada hace 18.000 años, es tal vez el sitio arqueológico más antiguo de Sudamérica.
Antes de Cusco me quedé tres días en los termales de Cconoc, la rodilla todavía estaba resentida y la fisioterapia en agua caliente me alivió casi por completo. Hice en motocicleta todo el circuito de ruinas, templos, ciudades y fortalezas alrededor de Cusco; inclusive llegué hasta Santa Teresa desde donde caminé por las vías del tren 10km para llegar a Machu Picchu y regresé de la misma fora. Y qué decir de Machu Picchu? No quiero equivocarme diciendo mucho. Es un sitio que tiene una gran mística, su enclave entre esos riscos verticales en una curva del Río Urubamba lo hace ver impresionante. Muy bien planeada y diseñada (como todas las construcciones incas) fue hecha para perdurar en una zona de amenaza sísmica. Mientras nuestros pueblos de herencia europea se destruyen en los inviernos y se mueren de sed en los veranos, los incas supieron cómo proteger los taludes, cómo conducir las aguas por acequias de piedra para evitar la erosión y también para regadío de lejanas parcelas; los muros gruesos abajo, inclinados hacia adentro en cada habitación, y complejamente trabados en las 3 direcciones fue una eficiente tecnología sismo-resistente.
Subiendo la cordillera blanca con la laguna Llanganuco al fondo.
Las ruinas de Marcahuamachuco (2300a.c.)
Rumbo hacia el nacimiento del Amazonas me cogió una tormenta de agua-nieve. El camino se puso muy liso y tuve que atravesar numerosos charcos pantanosos, algunos muy profundos y largos de donde Suzi salía echando vapor. Luego vino la bajada al Río Apurímac, un páramo interminable con el camino en piedra como lecho de río, había que ir muy despacio. Debido a la tormenta el río crecido estaba explayado por todo el valle en numerosos arroyos de profundidad variable y no se distinguía el curso principal. A las cinco de la tarde en ese paraje solitario, aún nevando y a más de 4.000 metros de altura, no me podía dar el lujo de “bañarme” en esas gélidas aguas. Cada arroyo y cada charco, algunos de 15 metros de longitud, era un nuevo reto. En uno de esos vados, súbitamente sentí el agua como a la mitad de mis piernas, aceleré al máximo para no irme a quedar corto de potencia hasta que salí sin problemas en medio de una nube de vapor y con un susto tremendo. Dormí en Caylloma y al día siguiente continué por un paisaje nevado. Después de desviarme del camino que va a algunas minas tendría que vadear de nuevo el Apurímac, pero esta vez no quise arriesgarme pues no pude apreciar su profundidad, además que en adelante el sendero era todavía más solitario y con nuevos badenes. Prefiriendo evitar riesgos, me regresé sin lograr el objetivo, pero al continuar hacia Chivay me di el gusto de beber agua en el Hornillos, que junto con el Apurímac son los cursos de agua iniciales del gran Amazonas. Estaba un poco triste pero la naturaleza me recompensó en el Cañón del Colca mostrándome los cóndores en la mañana siguiente, qué espectáculo ver estos majestuosos animales elevándose en las termas matinales desde el fondo del cañón.
Para el recuerdo la foto con el ciclista nepalés, Japhy Dhungana
El Titicaca fue el siguiente destino y la puerta de entrada a Bolivia. Tal vez ustedes se preguntarán si fui a Coroico a por la llamada “carretera más peligrosa del mundo”. Pues sí, me recordó el tramo de “La Llorona” entre Dabeiba y Mutatá (Antioquia), taludes muy inclinados, profundos, en algunas partes completamente verticales y banca muy estrecha. Pero la carretera ya no es tan peligrosa porque el tráfico pesado va ahora por una variante pavimentada, hay frecuentes bahías con sobreancho, y dos cuadrillas de mantenimiento que garantizan un piso duro y estable. Definitivamente la subida a Pallasca es mucho más peligrosa y exigente.
El rodar por el Salar de Uyuni que es el lago salado más grande del mundo es un espectáculo difícil de repetirse. Hay que estar allí para sentirlo. Lo atravesé en cruz y dormí en él sin carpa, simplemente bajo las estrellas. Luego vino la travesía del desierto boliviano en la zona de las lagunas al sur del Salar. Numerosos pasos de arena suelta y profunda en donde la moto se entierra, tramos en roca viva y cortante, huellas de carros que se pierden, volcanes en el entorno, cargando gasolina adicional, viento lateral, pero los paisajes son impresionantes. En Laguna Colorada pasé la Navidad, mi regalo fue la satisfacción de estar donde pocos se atreven.
Suzi domina el panorama en Abra Huayrajasa, el paso carreteable más alto de las Américas.
El norte de Argentina cercano a los Andes es una sucesión de desiertos rocosos con valles fértiles en donde se producen excelentes vinos. Por primera vez en el viaje tuve rectas interminables delante de mí. En San Rafael me crucé con el Dakar, inolvidable. Luego vino la zona de los lagos que para mí tenía un significado especial pues desde niño siempre quise conocerlos. El Aluminé, con sus cristalinas aguas que son espejo de las bellas colinas que lo rodean; el Lakar que baña a San Martín de los Andes; el Faulkner y el Espejo Chico; el Huechulafquen, donde estrené carpa pues hasta entonces venía durmiendo en hamaca; y finalmente el Nahuel Huapi, el mayor y mas representativo con sus aguas en vívido azul y rodeado de bellas montañas. Y del lado de Chile, el Ranco; el Calalafquen con capilla al aire libre en su orilla; el Villa Rica con el volcán del mismo nombre al frente; el Panguipulli, el Todos los Santos, y el Llanquihue; en todos ellos que son de aguas frías disfruté calurosas tardes de verano con refrescantes baños. Por eso no fuí a Pucón y sus termales donde me hubiera encontrado con Juan y Jaqui (los motores de esta publicación), sin saberlo estábamos ese día a sólo 20 km de distancia. La Isla de Chiloé me ofreció el mejor salmón ahumado que he comido en mi vida.
Y vino uno de los tramos más esperados, la Carretera Austral de Chile. ¡Qué espectáculo! 1.000km por entre valles interiores rodeados de montañas nevadas, atravesando ríos y lagos color azul-aguamarina, bosques naturales donde acampé y pequeños fundos con alguna ganadería, aldeas con sencillos servicios turísticos. En Puerto Tranquilo, a orillas del lago General Carrera, está uno de los monumentos naturales más hermosos que he visto, las Cavernas de Mármol, azul, gris y blanco horadadas por el oleaje del lago. Una belleza digna de conocer.
Santiago rodó mucho tiempo por arriba de los 4.000 metros.
Al terminarse la Carretera Austral se continúa por la Ruta 40 en la Patagonia argentina, una de las zonas más agrestes de todo el viaje en todos los sentidos: soledad, viento inclemente, vías de piedra suelta que se pierden en el horizonte, pero las maravillas que tiene la Patagonia para mostrar ameritan el esfuerzo. De eso les contare en la segunda y última entrega, donde la ruta nos lleva hasta Ushuaia, el final del continente y de regreso al norte bordeando el Océano Atlántico rumbo a Buenos Aires, Uruguay, Brasil, de nuevo a Bolivia y de ahí por la costa pacífica en el Atacama chileno y peruano para volver a Colombia.
Un viajero diferente
Santiago Lema es un colombiano radicado en Canadá que desde muy joven soñó con recorrer Suramérica en moto, sueño que por muchas razones se vio obligado a ir aplazando, algunas veces por falta de dinero, otras por falta de tiempo, a veces por falta de ambas o por los compromisos familiares. Pero después de mucho aplazarlo por fin pudo hacerlo realidad y de una forma bastante particular, destacándose en muchos sentidos de la mayoría de viajeros que emprenden esta travesía.
Su moto es una DR 650, que escogió por la confiabilidad y por su capacidad para enfrentarse a todo tipo de terrenos, en la preparación invirtió muy poco dinero, fabricando él mismo unos herrajes bastante simples, pero efectivos, que aguantaron la difícil travesía, donde un gran porcentaje fue por caminos de tierra y piedras.
Aquí lo vemos tomando té de coca para reponer fuerzas junto a los locales en Santa Inés.
Como maletas laterales utilizó un par de morrales que adecuó para tal fin y que viajaban fijados con correas, además adaptó su propio “tankbag” casero y complemento su espacio de carga con un sencillo baúl trasero. A la silla le instaló un aislante fabricado con bolas de madera, igual a los que usan algunos taxistas, y con eso ganó bastante en comodidad.
Su ruta se alejó mucho de las vías principales asfaltadas, adentrándose por caminos que en algunos casos no aparecían ni en los mapas, muchas veces durmió en estaciones de policía, en cuarteles de bomberos, en misiones y en casas de personas que lo hospedaron, pero también pasó bastantes noches durmiendo al aire libre, equipado solo con un saco de dormir, una hamaca y una lona que servía como techo si el clima se ponía complicado.
Santiago hizo una ruta que lo llevó a innumerables sitios de interés histórico y arqueológico, pero no solo a los más famosos, sino a lugares remotos que muy pocos conocen por la dificultad para acceder a ellos. Esperen la segunda parte de esta historia de viaje.
5 comentarios
Nos das tu consentimiento de citarlo en mi pagina web… Muchas gracias Saludos
Hola, gracias por comentar. Te hemos enviado un correo directo con la respuesta. Feliz día
Lamentablemente el correo rebotó, por favor nos indicas en qué sitio web lo vas a compartir, para verificar que se comparta el enlace y el nombre del autor de la historia
Que historia y viaje tan bonito
Espera pronto la segunda parte de la historia