Como ya muchos de ustedes saben, estamos realizando la Súper Prueba de 20.000 km a la nueva Yamaha XT 225, lanzada al mercado el año pasado. En nuestra edición No.15 hicimos un repaso general de la moto y una descripción de su comportamiento durante el despegue y los primeros 6.000 km de vida.
El recuerdo en el parque arqueológico, no puede faltar.
Al momento de escribir estas líneas, nuestra XT cuenta con 11.000 km recorridos. Los cuales se han hecho gran parte en el tráfico de la ciudad de Medellín, al igual que en carretera, en destapados y en verdaderas trochas. También estuvimos en San Agustín, departamento del Huila, en un viaje de 2.100 duros kilómetros, que sirvieron para probar la resistencia de la moto en toda clase de terrenos y climas. En esta entrega les contaremos las incidencias del viaje, junto con el desempeño de la moto.
Con la compañía de tres motos más, todas de mayor cilindraje que la nuestra, arrancamos un domingo con el siguiente itinerario, de Medellín salimos rumbo a Pereira, tramo en el cual nos retrasamos, debido a un derrumbe en el sitio conocido como Chirapotó, de Pereira continuamos hacia Armenia y luego ascendimos hacia el alto de La Línea a 3.300 metros de altitud. En este tramo la pérdida de potencia, aunque se notaba, no afectaba para nada el rendimiento de la moto, con lo cual se podía subir a un ritmo muy bueno, con la ventaja en agilidad que le da su reducido peso. El descenso lo hicimos con mucho cuidado, sobretodo en el tramo entre Cajamarca y la ciudad de Ibagué, donde los camioneros se vienen en doble fila sin importar quien venga bajando.
Estrecho del Magdalena, realmente impresionante.
Al cruzar Ibagué se llega a un hermoso valle que forma el Magdalena, donde las rectas se hacen infinitas y la calidad de las carreteras nos permite exprimir a fondo las máquinas, dejando atrás la tensión del descenso. Junto con las interminables rectas llega la brisa, los impresionantes cultivos de arroz, las bandadas de aves y el calor. Pero la XT no parece inmutarse, vamos rodando a fondo y en algunos casos se hace necesario exprimir la quinta más allá de los 120km/h, pues no hay otra forma de pasar los buses y las tractomulas que por estas rectas vuelan.
Al llegar al Espinal una parada obligatoria, es el tercer o cuarto reten del día y aprovechamos para estirar el cuerpo, que ya siente el cansancio de más de 400km, también aprovechamos para lubricar las cadenas y para verificar el nivel de aceite, que aún permanece intacto. A partir de este punto empezamos a ascender, aunque a simple vista la carretera se ve completamente plana. Todavía nos faltan 128 km para llegar a Aipe, región petrolera donde pasaremos la noche. En este tramo el motor va prácticamente a fondo todo el tiempo, a un paso promedio de 110km/h con velocidades máximas de 135km/h que la moto consigue con facilidad, aunque se debe estirar la quinta lo máximo posible para que en sexta la moto siga acelerando sin problemas.
Aipe es un pueblo que parece haberse detenido en el tiempo, y nuestras motos, sobretodo la Freewind que nos acompaña se convierten en la atracción del pueblo, en especial de los niños que nos bombardean con toda clase de preguntas, esto es agradable, ver como hay lugares donde las motos son vistas con buenos ojos y quienes las montan no generan temor.
Los paisajes y las carreteras en Neiva son excelentes.
A las 7am en punto estamos listos para arrancar, la XT está en orden, no ha consumido ni una gota de aceite, a pesar del castigo del día anterior. El día fresco, el cielo despejado y la carretera impecable son el mejor premio para un motociclista. De Aipe a Neiva hay poca distancia, las curvas comienzan a aparecer y el terreno se torna más quebrado. La moto va como un relojito, acelera con ganas y no sufre para mantener un buen promedio. En Neiva llenamos los tanques y continuamos hacia Garzón, lugar donde pensamos almorzar. El paisaje de este tramo es impresionante, con el embalse de Betania y unas pequeñas colinas color rojizo que demarcan un horizonte completamente despejado. Es tan bonito el panorama que en más de una ocasión paramos sólo para contemplarlo.
Un delicioso almuerzo en Garzón, cortesía de un amigo motociclista, al que aprovecho para saludar y darle nuevamente las gracias, nos dejó listos para continuar el camino que nos llevaría a uno de los lugares más hermosos y mágicos del país, que encierra uno de los mayores misterios de todo América. En Altamira está el desvío que conduce hacia Florencia, capital del Caquetá, por la otra vía se sigue hacia Timaná, pasando por el Cañón del Pericongo, lugar de exuberante belleza donde el Magdalena cruza cristalino entre las rocas, de allí se sigue hacia Pitalito, donde comenzamos un fuerte ascenso hacia San Agustín. Al final son casi 300km desde Aipe, pero todavía nos falta lo mejor, pues nuestro guía espontaneo, en su Kawasaki KDX 125 tiene planes para nosotros y nos lleva a conocer el Estrecho del Magdalena, un exótico lugar enclavado entre las montañas donde el río pasa entre las rocas, en un punto en el cual no mide más de 2 metros de ancho y donde, según dicen, quien se llega a caer en él nunca aparece. Luego estuvimos en Obando, pequeño poblado donde vimos las primeras tumbas y donde nos obsequiaron una taza de “Chicha” que casi nos tumba. De ahí fuimos a otro sitio llamado Chaquiro, al cual se llega generalmente a caballo, por una trocha que termina en una pendiente, que de no ser por la chicha nunca la habríamos bajado, primero por el precipicio que había al final y segundo por que llevaba atrás a uno de los compañeros, cuya moto se había quedado descansando en el hotel. Una vez contemplamos el hermoso panorama y las rocas talladas, decidimos que era hora de subir y arrancamos adelante, aunque tenía mis dudas, pues más que subida era una pared y sin lugar para tomar impulso. La XT subió fresca en primera, levantando la rueda en más de una ocasión, a pesar de que yo estaba parado y casi tocando la cintura en el manubrio. El resto de la trocha fue más suave, aunque nos toco de noche, pero la moto demostró ser una tremenda máquina, que sinceramente nos dejo impresionados a todos.
La XT 225 toca tierra firme, luego de cruzar el Magdalena.
Al día siguiente estuvimos recorriendo el parque arqueológico, toda la mañana, esto se hace a pie. Por la tarde nos esperaban casi 150 km de duro destapado, pues el plan era conocer dos saltos majestuosos, el primero llamado el Salto del Mortiño y el segundo una caída de más de 300 metros conocida como el Salto de Bordones. La XT no tuvo ningún problema, por el contrario parecía sentirse a gusto en las peores carreteras, donde se rueda sin problemas gracias al buen comportamiento de las suspensiones y a la tranquilidad que brinda la bandeja protectora del motor, la cual detuvo más de una piedra.
Al día siguiente emprendimos el regreso, esta vez desviándonos en Hobo, para dar la vuelta por el embalse de Betania, el cual es formado por el río Magdalena. Conocimos Yaguará a orillas del embalse, una región turística donde se practican deportes náuticos. Luego pusimos rumbo a Neiva y como si estuviéramos regresando a San Agustín, continuamos hasta Rivera, donde nos esperaban unos merecidos baños termales, los cuales resultaron algo precarios.
Panorámica de Betania, a pocos kilómetros de Yaguará.
Es el quinto día y debemos salir temprano, pues el plan incluye un recorrido que cruza el desierto de la Tatacoa y no queremos que nos coja el calor de medio día. Cruzamos Neiva por tercera vez y tomamos rumbo a Villa Vieja, último pueblo antes del desierto. Llegamos a un punto en el cual nos desviamos de la vía principal, adentrándonos cada vez más en una zona en la que el tiempo parece detenerse. El calor, los grandes cactus y la arena son la constante, por momentos me siento en una etapa del París – Dakar y acelero a fondo, pasando de 100km/h, rodando sobre una fina capa de arena suelta, muy similar a una playa. En estas condiciones la moto va perfectamente, y a mayor velocidad mayor es la sensación de aplomo. Pero lo mejor fue cuando nos metimos en el lecho seco de un río, donde se tenía la sensación de estar rodando en nieve, aunque nunca he rodado en nieve, pero es lo mejor que se me ocurre para describir la sensación de llevar la moto completamente suelta, pero controlable y en una superficie totalmente plana y lisa.
La XT rodeada de cactus en el desierto de la Tatacoa
Para salir nuevamente a la carretera principal debimos cruzar el Magdalena en barca, esto le da un toque de aventura al paseo. De ahí continuamos rumbo al Espinal, luego pasamos a Girardot, y tomamos rumbo a Ambalema, por la vía hacia Cambao. En Beltrán cruzamos nuevamente el Magdalena, esta vez en Ferry, el cual nos dejo directamente en nuestro destino. Ya instalados en Ambalema, salimos a recorrer el pueblo, caracterizado por una arquitectura rústica y por haber sido sede de una de las mejores fabricas de tabacos de la Colonia. A pocos kilómetros de allí se encuentra en ruinas y completamente abandonada, la que fuera la primera casa de la moneda del país, cuando todavía éramos la Gran Colombia. Lo mismo sucede con la estación del tren, hermosa construcción que en otros tiempos fuera orgullo de Ambalema y que hoy se encuentra en un estado lamentable.
Entre Girardot y Cambao, es tal el abandono que en algunos tramos la vegetación cubre media vía.
Al día siguiente salimos rumbo a Santa Rosa de Cabal, pasamos por el parque de Armero y por momentos sentimos la magnitud de la tragedia, algo tan impresionante, que es difícil comprender. Continuamos hasta Mariquita, pasando por Armero Guayabal, el nuevo Armero, y de allí iniciamos el ascenso hacia Fresno por una vía en excelente estado y llena de curvas que son el mejor postre para un motociclista, y la XT sí sabe como devorar curvas. Un Café en el parque de Fresno, tierra 100% cafetera, y continuamos rumbo al Páramo de Letras, uno de los pasos más altos del país, donde la mayoría de los motores llegan muertos. El agua que no había aparecido, hizo su debut en el tramo más frío de todo el viaje, esto sumado a la neblina nos obligo a subir a paso de tortuga, pero sintiéndonos como pingüinos.
Para terminar el día nada mejor que un baño en los termales de Santa Rosa, ahora sí con todas las de la ley. Es sábado y el paseo va llegando al final, pero todavía hay ánimos para unos kilómetros extra. Tomamos rumbo a Pereira, seguimos hacia Cerritos y de allí a conocer Viterbo, cuya entrada llena de frondosos arboles, contrasta con su parque plagado de cemento. Luego seguimos hacia Anserma, tierra próspera de empinadas calles y de allí a Riosucio, donde la policía nos recibió como delincuentes, recordatorio de que nos acercábamos a casa. Luego pasamos por Supía y finalmente hacia Medellín, donde otro aguacero nos dio la bienvenida.
Cifras
En total la XT recorrió 2.098 km. y se bebió 19 galones de extra, que en pesos fueron $62.300. El promedio de consumo fue de 110.5 kilómetros por galón, el consumo mínimo fue de 125.4 km/gal. y el máximo fue de 99.5 km/gal.
Texto: Juan C. Posada
Con la colaboración de: Alvaro Tovar, Carlos Meza y Gabriel J. Abad.
Edición 17
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