En enero del año 2000, este aventurero de corta estatura y grandes horizontes, llamado Simon Milward, partió de Inglaterra decidido a convertir en realidad el sueño de su vida, recorrer el mundo sobre una moto, pero no cualquier moto, la suya es una John T. Overlander, una máquina única que fue fabricada a mano y en la que ha recorrido 145.000km cruzando 38 países.
Sobre una moto hecha a mano, este inglés salió a realizar el sueño de su vida, pero en el camino su aventura se convirtio en una admirable labor.
Poco después de arrancar su aventura, Milward sintió que podría aprovechar su viaje para realizar algún tipo de labor en pro de los demás y se propuso recaudar fondos para Médicos sin Fronteras y Salud para todos, dos organizaciones que proveen asistencia medica en áreas rurales y en zonas de conflicto. Su meta inicial era recoger cien mil dólares, cifra que ya superó y ahora esta decidido a doblar esa cifra en lo que le resta de su viaje. Pero eso no es todo, pues también se dedica a crear conciencia entre los motociclistas de todo el mundo, para que se unan formando asociaciones y luchen por sus derechos, y en esto tiene bastante experiencia, pues antes de salir a recorrer el mundo, fue presidente de la FEMA (Federación de Asociaciones de Motociclistas Europeos) organización conformada por motociclistas de todo Europa que se dedica a luchar por sus derechos y la idea de Simon es llegar algún día a conformar una comunidad internacional de motociclistas, donde todos los países estén representados.
Su moto es una John T Overlander, fabricada a mano, tiene un motor Rotax de 600cc y un tanque para 12 galones que le permite rodar 1000km sin visitar gasolineras.
Una máquina única
Milward se siente orgulloso de su moto, en la que exhibe los logos de todos los que le han hecho aportes superiores a 200 dólares para su causa. Es un aparato de diseño extraño, fabricado con partes de varios países, que no pasa desapercibido en ningún lugar y en el que predomina un inmenso tanque Acerbis de plástico de ¡¡12 galones!! que le permite recorrer 1.000km. Su motor es un Rotax monocilíndrico de 600cc fabricado en Austria. Su chasis fue hecho a mano en Inglaterra por un fabricante artesanal de motos llamado John T, al que se incorporo la suspensión delantera de una Honda NX 650 y un carenado frontal con doble faro que protege perfectamente a Simon que va sentado muy cerca al suelo para poder dominar más fácilmente la moto y los 300 kilos que pesa con carga y gasolina. Sus maletas de aluminio también son de fabricación artesanal y provienen de Alaska y en una de ellas va montado un ingenioso sistema llamado Scottoiler que se encarga de lubricar la cadena automáticamente reduciendo el mantenimiento y alargando la vida de la transmisión final. Atrás la suspensión la conforman un par de amortiguadores, originalmente marca Showa, pero la dureza de las carreteras en muchos países lo han obligado a reemplazarlos varias veces, usando los que se acomoden.
Kilómetros de Emociones
Milward y su inseparable motocicleta ya recorrieron sin ninguna prisa el sur de Europa, Asia, Norteamérica y Centroamérica. Ahora su meta es recorrer lo que le falta de nuestro continente, cruzar África y terminar nuevamente en Europa hasta llegar a Inglaterra y para esto cuenta con dos años más, en los que espera encontrar la mujer de su vida.
Este simpático inglés perfectamente podría escribir un libro con todas las experiencias que ha vivido a lo largo de su viaje, pero prefiere compartir sus aventuras con la gente y con los motociclistas en los países que visita, organizando presentaciones que acompaña con fotos de su viaje. Allí muestra su encuentro con el Dalai Lama en la India, país en el que encontró las costumbres y la religión más sorprendente que haya podido ver. También relata como en el Cairo, mientras visitaba las pirámides una mujer le propuso matrimonio acabándolo de conocer, luego en el sureste de Asia vivió momentos difíciles al encontrarse metido en medio de dos guerras civiles y también recuerda su encuentro con los contrabandistas de armas entre Pakistán y Afganistán. En Camboya su chasis no resistió los huecos dejados por las bombas de la guerra de Vietnam, que él describe como verdaderos cráteres en medio de la vía.
En la India tuvo la oportunidad de conocer al Dalai Lama y explicarle su viaje.
Australia significó una dura prueba para él y su moto. Al adentrarse en los desolados y ardientes territorios del norte, donde las carreteras son interminables rectas de arena y piedra suelta. Allí sufrió una fuerte caída en la que su moto salió dando vueltas, mientras él y todo su equipaje volaban por los aires, por suerte a él no le paso nada y cinco días más tarde ya había reparado su moto y se encontraba listo para continuar. Lo único que sigue lamentando es la perdida de su computador de viaje que se destrozó con el golpe.
En Australia sufrió la caída más fuerte de toda su aventura.
En Rusia transitó por la carretera de los huesos en Siberia, un camino en el que fueron arrojados los restos de 15 millones de personas masacradas bajo la tiranía del comunismo y al contar esto, describe como estos mismos huesos, que son astillas afiladas, le rompieron varias veces sus llantas. En esta misma etapa su motor sufrió bastante por culpa del agua que le entro en algunas zonas donde el camino estaba inundado y el agua le llegaba al tanque. Pero talvez lo que más le impactó de Rusia fue una experiencia que tuvo mientras dormía en su carpa cerca de un poblado. Según cuenta, era muy tarde cuando lo despertaron unos ruidos, al salir se dio cuenta que se trataba de una mujer mayor y su hija joven que estaba en ropa interior y cubierta sólo por un abrigo, la mujer le ofrecía a su hija a cambio de dinero para comprar Vodka y fue tal la insistencia que se vio obligado a darles dinero para que lo dejaran tranquilo.
Desde Rusia tomo un barco hasta Alaska y comenzó su travesía por Estados Unidos, donde su motor fue reemplazado por uno nuevo tras cumplir 136.000km. México fue su siguiente destino y desde allí fue bajando sin ninguna prisa por Centroamérica.
En Egipto esta mujer le propuso matrimonio acabando de conocerlo.
A Colombia arribó a comienzos de mayo en un barco que lo trajo desde Panamá y que lo dejó en Cartagena. De allí siguió hasta Sincelejo, donde se quedó sorprendido al ver la cantidad de personas que se ganan la vida con sus “mototaxis” y no pudo entender muy bien aquello del pico y placa que rige para las motos en esta ciudad, así como tampoco ha podido entender lo del chaleco reflectivo y las placas en la espalda y en el casco, algo que no había visto en ningún otro país. Por otra parte ha disfrutado mucho con nuestras carreteras, las que nunca imagino asfaltadas y cuando habla de las mujeres se le iluminan los ojos y no duda en afirmar que en Medellín ha visto las más hermosas de todo su viaje. Pero no todo es turismo, su actividad principal se centra en hacer contactos para promover sus diferentes objetivos, tarea que se toma muy en serio, también se preocupa por mantener su máquina, en la que se hace evidente el paso de los kilómetros y las fuertes jornadas que ha soportado.
Aquí vemos la ruta de su viaje. Lo que esta marcado en rojo es lo que le falta.
Su ruta sigue por Cali, donde piensa quedarse unos días para seguir realizando su labor y luego partirá hacia el sur buscando Popayán y de ahí hasta Ipiales para cruzar al Ecuador.
Para los que deseen conocer más sobre este aventurero pueden visitar su sitio web: www.millennium-ride.com, donde encontrarán bastantes fotos de su aventura, un diario donde cuenta sus experiencias así como los objetivos de su viaje, su ruta y una sección que dedica exclusivamente a su moto.
Edición 41
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