Sabor añejo…
Un día muy entretenido fue lo que vivimos recientemente gracias a una invitación que nos permitió saborear todos los modelos de la marca más antigua produciendo motos ininterrumpidamente.
La cita fue en el concesionario de Medellín a primera hora de un viernes. Los anfitriones, la plana mayor del departamento de mercadeo de Royal Enfield, quienes viajaron desde India para asegurarse que todo saliera a la perfección y junto con los directivos en Colombia, nos acompañaron durante toda la jornada. Las protagonistas, la gama completa de modelos que se comercializan en el país en cilindradas de 350 y 500cc, todas disponibles para el grupo de periodistas convocados, con la participación estelar de la Continental GT, que al ser la última novedad de Royal en Colombia, sería la moto más apetecida de toda la jornada.
El plan contemplaba un desayuno, una rápida presentación y a lo que vinimos, a montar en moto por algunas de las mejores carreteras del oriente antioqueño, con una pausa para almorzar a mitad de camino y al final de la tarde estaríamos de regreso en la tienda para asistir a la inauguración oficial de la misma.
Un cielo completamente gris hacía presagiar una jornada pasada por agua, pero la idea era aprovecharla al máximo. Poco antes de arrancar coloqué mi casco sobre el tanque de una de las cuatro Continental que esperaban afuera de la tienda junto a otras diez motos más, mi plan era comenzar con ella antes de que el agua apareciera, pero el plan de los organizadores era otro y pronto nos explicaron que las motos habían sido asignadas de forma aleatoria y que luego se irían rotando, lo gracioso es que cuando leyeron la placa de la moto que me correspondía, me sonó muy familiar y efectivamente lo era, mi primera moto del día sería la misma que me acompañó hasta Mompós en un viaje que les compartimos meses atrás en la Ed. 131. Pero el reencuentro con esta vieja conocida no fue para nada desagradable, por el contrario resulto delicioso volver a subirme en una moto con la que disfruté de un recorrido maravilloso y lo que más me llamó la atención es que se mantenía igual que el día en que la regresé después de la prueba, una moto deliciosa de conducir, algo bien interesante considerando que en los meses transcurridos desde aquel viaje había sido la moto en la que se habían subido centenares de clientes a realizar pruebas de ruta, sumando varios miles de kilómetros de uso y abuso en todo tipo de manos, pero a pesar de ello ahí seguía el monocilíndrico proporcionando felicidad con sus agradables pulsaciones.
La rodada concluyó con la inauguración de la vitrina, donde los aficionados a esta marca pueden encontrar todos los modelos y la gama completa de accesorios.
En esos primeros compases de la ruta, ascendiendo por una de las montañas que rodean a Medellín, pude revivir todo lo bueno que esta moto me dejó en el viaje a Mompós, la comodidad que ofrece, su intachable manera de fluir con elegancia por las curvas, el maravilloso palpitar de su motor que con su sonido y pulsaciones nos transporta a otros tiempos, cuando el motociclismo era algo más esencial. La Classic 500 resume en sensaciones todo lo que es Royal Enfield, motos para disfrutar sin afanes, para transportarnos en el tiempo y compartir buenos momentos junto a los amigos y eso era lo que estábamos haciendo junto al grupo de colegas, algunos con bastantes kilómetros sobre dos ruedas y otros con mayor experiencia en el campo de las cuatro ruedas, pero todos pasándola igual de bien, gracias a una cualidad muy importante de estas motos, son totalmente amigables, fáciles de conducir por pilotos de cualquier nivel. Basta un poco de experiencia para encontrarse a gusto rodando en una Royal Enfield.
En el camino hasta la primera parada, donde tendríamos una sesión de fotos en acción, al mejor estilo de las presentaciones internacionales, me mantuve a la rueda del piloto que guiaba el grupo, quien llevaba un buen ritmo sobre una de las Continental GT, siendo un placer para la vista ir rodando detrás de una de las Cafe Racer más hermosas que se consiguen actualmente en el mercado, una moto que irradia estilo en cada uno de sus componentes y que evoca a las pioneras de esta tendencia que nació en Inglaterra a finales de los años 50, cuando los entusiastas de las competencias quisieron convertir sus motos de calle en máquinas más rápidas, dando forma a un estilo que fue muy popular en toda Europa y que en los últimos años ha regresado con gran fuerza.
A pesar de su estilo deportivo la Continental es una moto muy amigable.
Después de las fotos se llegó el momento de subirme a la Continental. Me esperaba una de mis carreteras favoritas (Don Diego – La Ceja), bajo un sol que se abría paso entre las nubes comenzando a calentar el asfalto. Si no fuera por los frenos de disco, con una pinza Brembo dorada brillando en la rueda delantera y por otros aditamentos que denotan que se trata de una moto actual, uno podría pensar que se encuentra frente a una moto de la década del 60, pues mantiene todo el “look” de las Cafe Racer de aquella época. Con un gran motor refrigerado por aire, escape tipo megáfono, tanque esbelto y alargado, relojes análogos, manubrio y asiento “de carreras”, posapiés retrasados, ruedas de radios con rines de aluminio, en fin una autentica representante de un estilo que marcó una de las mejores épocas del motociclismo europeo y que hoy se encuentra al alcance de muchos motociclistas gracias a un precio cercano a los 15 millones, que resulta demasiado tentador.
Como buena Cafe Racer, la Continental nos recibe con una postura bastante deportiva, donde las piernas van muy dobladas apretando el esbelto tanque, mientras el pecho apunta hacia adelante con los brazos descansando en un manubrio bajo y estrecho, con un asiento que es apenas lo justo para el piloto, tanto en tamaño como en cantidad de espuma, de manera que la comodidad pasa a un segundo plano en pro del estilo y las sensaciones.
A pesar de tener arranque eléctrico, una moto como esta obligaba a revivir las destrezas de otros tiempos para ponerla en marcha. Paso uno: girar la llave, paso dos: verificar que el “run” estuviera en posición de encendido, paso tres: desplegar el “cranck” y moverlo suavemente hasta sentir que el pistón llega a la fase de compresión, paso cuatro: golpe certero “metiendo el cul…” como diría un amigo que hace años me prestaba una Honda Pro-Link 500 si lograba prenderla a la primera patada.
Cuando el motor cobró vida, después de un par de intentos fallidos, llegó a mis oídos un sonido más apagado de lo que hubiera deseado escuchar, seguramente por temas de normas de ruido tuvieron que colocarle un silenciador muy restringido, pero sea como fuere es un poco decepcionante que semejante moto no retumbe como se merece, tarea que sería mi segunda misión si algún día llegara a tener una, después de haberle quitado las extensiones de los guardabarros, que por muy funcionales que sean, en semejante diseño son piezas que sobran. Además, parte de la gracia de este estilo radica en el proceso de darle los toques personales, pues más que motos, estas Cafe Racer son lienzos de dos ruedas donde se pueden lograr creaciones únicas que reflejan la personalidad de sus dueños.
Conociendo muy bien el motor de la Classic 500, con su andar tranquilo, me esperaba más picante del monocilíndrico subido hasta 535cc de la Cafe Racer, al fin y al cabo se trata de una deportiva, aunque las cifras de su ficha técnica no daban para pensar lo mismo, pues la potencia solo crece en 1,9 caballos, para un total de 29.1 a 5.100rpm y el torque gana 2,7 unidades llegando hasta 44Nm a 4.000rpm. Lo curioso de estas cifras es que la 500, pese a ser una moto más relajada, da su máxima potencia a 5.250 revoluciones, estirando un poco más que su hermana deportiva.
Aquí se aprecia una Classic 500 con algunas modificaciones.
Sobre estas líneas se aprecia la Rumbler, una cruiser muy confortable al estilo Royal Enfield. Abajo la Bullet 500, uno de los modelos más tradicionales de esta marca, que mantiene el carburador.
En cualquier caso, Royal no es una marca que esté interesada en ofrecer motos de alto desempeño, su filosofía va en contravía de lo que mandan las tendencias actuales, para ellos la potencia o la máxima velocidad no son una prioridad, su propuesta apunta hacia motos muy agradables de manejar, motos con mucha personalidad en sus diseños de otras épocas, pensadas para ir sin afanes, para disfrutar de la carretera y para obtener otro tipo de sensaciones.
De todas maneras con una buena tanda de curvas esperándome, fue difícil contener las ganas de exprimir el monocilíndrico, que lejos de ser ese demonio que mi mente añoraba, era más relajado, aunque suficiente para disfrutar de una moto que cuenta con muy buenas suspensiones (firmadas por Paioli), con una frenada de calidad y con unas Pirelli Sport Demon, que sin ser lo último en llantas, permiten aprovechar al máximo las capacidades de una ciclística que está muy por encima del propulsor, con lo que un buen desafío sería emprender un trabajo profesional de preparación para tratar de extraer lo mejor del monocilíndrico, tal como hacían los pioneros de esta tendencia cincuenta años atrás. Convirtiendo sus tranquilas motos de turismo en poderosos demonios que volaban por los caminos rurales de Inglaterra, guardando en sus entrañas los secretos mecánicos de sus preparadores.
Mientras tuve en mis manos la carismática Continental no paré de disfrutar con ella, fluyendo por cada curva con total precisión, saboreando el torque del monocilíndrico cada que una pequeña recta me lo permitía, para luego exigir a fondo sus frenos, tratando de pasar lo más rápido posible por la siguiente curva. Al mismo tiempo que esto sucedía iba imaginando lo que debieron ser las deportivas medio siglo atrás, con sus estruendosos motores, precarios frenos de tambor y un limitado agarre de sus llantas, motos que hacían brillar a los pilotos más hábiles y temerarios, que con su talento y arrojo marcaban grandes diferencias. Y hablando de diferencias, al entrar a una zona de largas rectas, me llamó la atención ver la escasa diferencia que la deportiva, pese a su mayor cilindrada y potencia, lograba sacarle a sus hermanas de 500cc a las que no pude dejar atrás por mucho que tratara. La causa parecía ser una quinta demasiado larga que no dejaba exprimir a fondo el motor. En ese momento supe que si llegara a tener la mía, la tercera tarea sería ensayar un sprocket más grande o un piñón de salida más pequeño para mejorar la aceleración y poder aprovechar todo el desarrollo de las cinco marchas.
En la tarde se llegó la hora de probar los demás modelos, comenzando por la Bullet, que es la más económica de la marca, cuyas sensaciones me resultaron prácticamente iguales a las de la Classic 500, aunque al ser carburada su funcionamiento no es tan fino como en sus hermanas de inyección. Después me subí a la Rumbler 500, una cruiser al estilo Royal Enfield, que denota un diseño más moderno que sus hermanas, con detalles actuales como su stop y faro con luces de leds, disco trasero y ofreciendo una postura de manejo muy confortable para el piloto y el pasajero, que además cuenta con un pequeño espaldar. Al montar el mismo motor de la Classic su desempeño y sensaciones no varían mayor cosa, salvo por que su dirección es mucho más ágil y liviana gracias a una geometría diferente, con una distancia de ejes 20mm más corta.
Al final del día, se llegó la hora de asistir a la inauguración oficial de la tienda, momento que sirvió para compartir las experiencias de la jornada disfrutando de una merecida cerveza junto a los colegas y amigos. En el tintero se me quedó pendiente la asignatura de probar las versiones de 350cc, pero eso será un motivo para volver a sentir estas motos únicas, cuyo estilo nos lleva a disfrutar el motociclismo de una forma diferente, regresando a lo básico, con ese sabor añejo que transmiten sus motores de la vieja escuela, algo que solo la marca más veterana nos puede ofrecer hoy en día. DM