Llevaba meses soñando con días soleados para salir a hacer bastantes kilómetros para la prueba Michelin Road 6, que el año pasado nos mostraron de sobra sus excelentes cualidades en invierno, pero nos quedaba pendiente una buena ruta de curvas, paisajes y cielos azules.
Finalmente, con el nuevo año llegó el tan anhelado verano. Días soleados, cielos azules y esa sensación tan extraña que nos invade a los apasionados de las motos cuando el sol predomina, que no sabría decir si es buena o mala, pero que no nos deja estar en paz hasta que nos vamos a rodar. Con esa ansiedad me encontraba lidiando cuando decidí que era hora de empacar maletas, revisar la moto y apuntar la rueda delantera rumbo a la capital del Casanare.
Llevaba mucho tiempo con ganas de volver a Yopal y había varias razones para hacerlo, la primera era visitar a una ahijada que tenía tiempo sin ver y que ya extrañaba bastante, además quería volver a recorrer algunas carreteras de las que guardaba excelentes recuerdos y también conocer otras nuevas, que prometían mucha diversión y bellos paisajes.
La salida fue muy temprano, todavía estaba oscuro cuando ya sumaba un buen número de kilómetros, huyendo de la ciudad antes de que despertara y tomando rumbo hacia el Magdalena medio, por la vía que comunica a Medellín con Barrancabermeja, que hasta más delante de Puerto Berrío se encuentra en impecable estado. Nunca antes fue tan delicioso, fácil y rápido llegar hasta el Río Magdalena desde Medellín, con una calidad de asfalto, especificaciones y buen trazado que difícilmente encontramos en Antioquia. Obviamente las Michelin se lucieron en este tramo y la Yamaha dejó ver la excelente “sport-turismo” que sigue siendo a pesar de tener ya 18 años. Con su motor de 1.000cc de 5 válvulas por cilindro, tiene torque y potencia de sobra para sacarle el jugo a una vía tan divertida y segura. Son más de 140 caballos a la rueda, nada fáciles de exprimir en las vías colombianas, teniendo en cuenta que no hay ningún tipo de ayuda electrónica que venga a corregir nuestros errores o excesos, aquí el que acelera y frena es el piloto, el control de tracción es el tacto de la mano derecha, hay que aprender a conocer bien el motor y la forma como entrega la potencia para no llevarse sustos desagradables y afortunadamente ya cuento con bastantes años y muchos miles de kilómetros conociendo esta “joya” de otros tiempos y aprendiendo a respetarla, porque por muy amigable que parezca su motor a bajo y medio régimen, cuando supera las 7.500rpm sale todo ese carácter deportivo, heredado de la primera generación de la R1, de la cual procede su motor de 5 válvulas por cilindro, que la convierte en un misil y cuando eso pasa queda muy poco margen para el error.
Con una sonrisa que nadie me podía borrar del rostro llegué a Puerto Berrío en lo que antes tardaba hacer la mitad del camino. Había muy poco tráfico, el sol brillaba con ganas y el asfalto le permitía a las Michelin agarrarse de manera impecable, con esa sensación de control y precisión que ha sido la constante desde el inicio de la prueba, que en últimas se transforma en seguridad. En pocas palabras el caucho hace exactamente lo que le pedimos que haga y nosotros nos podemos enfocar en manejar y disfrutar cada curva, frenada, y cada aceleración, saborear la forma en que la moto cambia de dirección haciendo exactamente lo que le pedimos, sentir esa tracción que nos empuja hacia adelante con fuerza, cuando aplicamos potencia con la moto todavía bastante inclinada y forzar las frenadas cuando se hace necesario o simplemente por el puro placer de disfrutar los frenos, que en su momento fueron de lo mejor que tenía Yamaha en sus deportivas de altas prestaciones y que aún siguen ofreciendo un poder de frenado muy bueno, nunca comparable al de los sistemas actuales, pero suficiente para poner a volar la rueda trasera con poco esfuerzo de la mano derecha o incluso para bloquearla en caso de que se pierda la tracción, situación que no hemos llegado a sentir con las Road 6 a pesar de intentarlo en muchas oportunidades.
La idea era avanzar hacia Bucaramanga y antes de entrar a la capital santandereana desviarme hacia Zapatoca, un pueblo que me habían recomendado muy bien y que desde hace tiempo tenía en la mira, pero antes esperaba cumplir una cita infaltable con una hamburguesa de búfalo que sirven junto al peaje de Aguas Negras, unos kilómetros más delante de Puerto Araujo, ya en tierras de Santander. En eso iba entretenida mi mente, pensando en el banquete que me esperaba, cuando de repente me encontré una larga fila de vehículos. Solo ahí fui consciente de que llevaba mucho tiempo sin ver a nadie pasar en sentido contrario, salvo algunas motos, y pensé que seguramente habría un accidente, algo que tristemente pasa seguido en la Ruta del Sol, una de las más transitadas del país y que siempre guarda sus sorpresas y trampas. Al llegar hasta adelante vi que tenían cerrado el peaje y el vigilante me dio la noticia de que por unas protestas la vía estaba cerrada y que no estaban dejando pasar a nadie, también me dijo: “si quiere vaya y mire, pero la cosa está maluca allá, no se lo recomiendo…”
Por más llantas que tengas si la vía está cerrada no hay nada que hacer. Así que la prueba Michelin Road 6 tuvo que esperar unos cuantos días.
De inmediato el plan se vino abajo, pero antes de tomar alguna decisión me fui a buscar mi hamburguesa, que por suerte el restaurante estaba abierto y me planteé tomar las cosas con calma, con el estómago lleno siempre se me facilitan las decisiones. Entre tanto logré más información. Efectivamente no había manera de pasar, otro motociclista me dijo que había intentado en vano, que estaban amenazando con bloquear todas las rutas en esa zona, lo cual me dejaba en riesgo de quedar atrapado y eso no me emocionaba mucho.
Decidí que haría el intento de subir hacia Boyacá por una ruta alterna que llega por Cimitarra, dejando para otra oportunidad Zapatoca, pero media hora más tarde, mientras trataba de conseguir gasolina, que ya estaba agotada en todas partes, me enteré que ya habían cortado esa ruta también. Me quedaba la opción de probar suerte por la Ruta del Sol hacia Bogotá, alternativa que no me entusiasmaba mucho, ya que eso me desbarataba todo el plan que tenía en mente. Sin embargo, eso hace parte de viajar, ser capaz de adaptarse, de improvisar. De igual manera si el objetivo era hacerle kilómetros a las Michelin, iba a tener bastantes por delante.
No estuvo fácil, pero logré llenar el tanque y eso me dio la tranquilidad para intentar esa última opción y tener cómo regresarme en caso de que las cosas no salieran bien, en ese punto ya llevaba 150km de más entre todas las vueltas que había dado intentando encontrar un paso, y cada gota de gasolina iba a ser muy necesaria si fuera necesario devolverme, pero no me quiero extender más, mejor los invito a ver toda la historia de este viaje en un video que podrán encontrar aquí y que esperamos disfruten, les garantizo que no se arrepienten de verlo.