Viaje al Cabo I Parte
Cuando nos entregaron las nuevas AKT AK 100 y AK 110 para hacer esta prueba sólo nos dijeron, “pueden abusar de ellas” y para cumplir con este objetivo se nos ocurrió hacer un viaje desde Medellín hasta el Cabo de la Vela en la Guajira. Siendo el Examen a Fondo con tintes de aventura, más exigente que hayamos realizado.
Aquel día transcurría con un sabor ligeramente amargo, todavía giraban en mi cabeza las imágenes de la mañana anterior cuando sufrí una fuerte caída al pasar sobre un rastro de aceite. Entonces recibí una noticia que cambió por completo las cosas. Se trataba de una prueba que realizaría junto a Mauricio, un compañero de La Revista, a las nuevas motos AKT. El objetivo era “abusar” de las máquinas durante los cinco días que nos tomaríamos para hacer el viaje de ida y regreso desde Medellín hasta el Cabo de la Vela en la Guajira. Siendo sin lugar a dudas el Examen a Fondo más duro al que hayamos sometido cualquier motocicleta, teniendo en cuenta que rodaríamos más de 2.000 Km. muchos de ellos por interminables rectas, circulando con el acelerador a fondo bajo un calor sofocante. Además, qué mejor oportunidad para regresar al mar y conocer lugares a los que siempre había deseado ir.
Nuestras compañeras de ruta serían la AK 100 que es una sport de dos tiempos y la AK 110, una semiautomática de cuatro, que nos fueron entregadas con poco más de 2.000km en sus tableros y que habían sido las primeras unidades ensambladas en la planta ubicada en Medellín. Seguro que más de uno pensará que es una quijotada embarcarse en un viaje como este con unas máquinas tan pequeñas y más aún siendo tan nuevas en el mercado, sin embargo, el objetivo era llevarlas al límite, probar su desempeño en todos los terrenos y demostrarnos a nosotros mismos que la cilindrada no es una limitante a la hora de buscar aventuras y al final todo valió la pena.
Fue cosa de una semana para que todo estuviera organizado, la ruta y los itinerarios del recorrido, los lugares que visitaríamos, el equipaje, la herramienta (solo lo básico para emergencias) y por supuesto las motos que fueron objeto de una revisión completa, algo recomendable siempre que se piensa hacer un viaje largo.
La primera etapa hasta Cartagena transcurrió sin tropiezos, supimos sacar provecho de nuestras motos cuando nos topamos con un bloqueo impresionante bajando del alto de Ventanas, provocado por un camión volcado; qué envidia debieron sentir los demás viajeros que resignados veían como nos escabullíamos entre buses y camiones por los recovecos que dejaban, seguro que más de uno habría cambiado su aire acondicionado y el estéreo por una de nuestras motos, para evadir el tráfico tal como lo hicimos y es que si a nosotros nos tomó casi media hora llegar al lugar del accidente, nada raro que para los otros pasaran por lo menos dos horas.
A partir de allí avanzamos sin novedad, parando varias veces a tanquear debido a que el pequeño tanque de la 110 (pensado para la ciudad) sólo recibe un galón, que en promedio le alcanza para rodar unos 150km, cifra muy buena teniendo en cuenta que rodábamos a fondo casi todo el tiempo. También aprovechábamos las paradas para estirar las piernas y cambiar de vehículo, haciendo mucho más interesante y ameno el viaje.
Antes de salir de Cartagena hacia Riohacha, nuestras AK 100 y AK 110 posaron para la cámara con Boca Grande como fondo
En total hasta la Heroica nos tardamos catorce horas, pero hubieran sido menos si a la 100 no se le hubiera reventado el resorte del gato lateral, percance que luego de una infructuosa búsqueda del repuesto en un pueblito minúsculo, terminamos solucionando temporalmente con una tira de neumático.
A la mañana siguiente, el sábado muy temprano, a eso de las seis, aprovechamos la ausencia de turistas para tomar las fotos obligadas dentro de la ciudad amurallada y algunas otras en Boca Grande. Luego alistamos el equipaje y salimos rumbo a Riohacha.
Las rectas interminables y el ardiente sol nos obligaron a exigir al máximo las motos
La carretera que conduce hasta Santa Marta se extiende monótonamente, casi invariable, pero en la naturaleza que la rodea hallamos suficiente entretención y como nuestras máquinas no circulaban a más de 85Km/h, tuvimos tiempo de sobra para colmarnos con el verde de los árboles, la inmensidad del océano que por tramos nos acompañaba y los tonos ocre de algunas regiones áridas. Al llegar a Barranquilla nos detuvimos y logramos conseguir el dichoso resorte dañado el día anterior, justo a tiempo, porque allí mismo el gato central, cedió ante el peso de la moto dejando de ser útil, sin embargo, preferimos continuar sin instalar el resorte, teniendo en cuenta que el neumático funcionaba bien, que quitarlo y ponerlo resultaba sencillo, por lo que no hallamos necesidad de alargar más la jornada realizando arreglos que podían esperar.
Al salir de Barranquilla nos adentramos en la sabana para regresar hacia la costa un poco antes del punto donde empieza la Ciénaga Grande de Santa Marta y nos dolió ver como ésta se ahoga lentamente, junto a toda la vida que depende de ella, todo por culpa de los sabios ingenieros que trazaron la carretera limitando su comunicación con el mar, que le provee el oxígeno, a sólo unos cuatrocientos metros, firmando de esta manera la sentencia de una muerte lenta y triste. Pasamos también por Ciénaga, sabiendo que Santa Marta y El Rodadero, donde almorzaríamos, estaban muy cerca. Desde allí tomamos la carretera hacia Rioacha sin necesidad de entrar a Santa Marta. Este era el último almuerzo en territorio conocido, por que a partir de este punto todo sería terreno nuevo para nosotros.
Hermoso atardecer en el malecón de Riohacha
La 110, mecánicamente no se había hecho sentir salvo por la limitada autonomía de combustible, hay que tener en cuenta que este tipo de moto, también conocido como mopped, tiene un enfoque netamente urbano, por lo tanto al usarla en tramos extensos no resulta tan cómoda como uno desearía, en parte por las vibraciones que se hacían sentir y por un asiento y una postura de manejo que no fueron pensadas para largos trayectos. Por lo demás, salvo su promedio de marcha, más bajo de lo que esperábamos, qué buen vehículo. El motor trabajaba sin señales de fatiga, las suspensiones se habían mostrado eficientes, seguras y cómodas, incluso en los tramos más irregulares, y el freno de disco delantero suficientemente potente, brindaba bastante seguridad.
De otro lado la AK 100, nos daba una impresión ambigua. El motor excelente, con buena potencia y aceleración, sin recalentamientos ni síntomas de falla; una buena posición de manejo, gracias al asiento ancho de buen mullido y con pocas vibraciones, brazos relajados al igual que las piernas; sus debilidades, radicaban en el comportamiento de las suspensiones, más blandas de lo necesario, generando una cierta inestabilidad en curva o por encima de los 100Km/h; el otro lunar visto eran sus frenos, con sistema de tambor en ambas ruedas, si bien el delantero respondía de forma muy aceptable, el trasero dejaba mucho que desear. Respecto al asunto del gato doblado y el resorte partido, cuando lo comentamos a nuestro regreso en la ensambladora, nos aclararon que estas eran piezas de integración nacional y que el problema se había resuelto aumentando el calibre de los tubos del gato central, respecto al muelle, al parecer se trató de un caso aislado pues a la fecha no habían tenido reporte de ningún otro caso parecido; nada grave en todo caso.
El segundo día, con más de 1000km encima logramos el objetivo de llegar hasta la capital guajira con las AK 100 y AK 110
Una vez terminado el almuerzo y habiendo descansado, retomamos la ruta hacia la Guajira, en un tramo de ensueño. No bien dejamos atrás la capital samaria, nos adentramos en la Sierra Nevada de Santa Marta; una carretera deliciosa, bien asfaltada, con curvas rápidas que suben y bajan en carrusel, todo en medio de la montaña con una vegetación exuberante que parecía extender sus ramas hacia nosotros. Transitábamos unas veces en medio de la Sierra teniendo las cumbres a lado y lado y en otros tramos, como el de Mendihuaca, alcanzábamos a ver la playa y el mar a unos cuantos metros, mientras la montaña se alzaba majestuosa al lado opuesto. Hubo un tramo un poco más adelante en el que la vía bordeaba un acantilado con una panorámica increíble del mar, mezclando sus colores unas veces en tonos azul y otras en verde, al tiempo que arreciaba los golpes contra la pared de roca. Esa era la primera vez que disfrutaba de un lugar como este en vivo y debo agregar que la emoción fue indescriptible. Continuando por esta magnífica carretera, dejamos atrás la Sierra y el mar para adentrarnos finalmente en las planicies de la Guajira.
Para los que no habíamos tenido de ésta región más referencia que la brindada por los medios, al mencionarla nos imaginábamos el desierto, pero en la práctica esta tierra ofrece tanta variedad de paisajes como cualquier otra región del país. Palomino es el nombre de la población que da la bienvenida al departamento, la comarca que lo circunda es intensamente verde, atravesada constantemente por ríos y arroyos y se mantiene así a lo largo de varios kilómetros. Siguiendo esta ruta pasamos por inmensos campos ganaderos y de cultivo, vimos el letrero que señala la desviación hacia Dibulla, la del vallenato de Escalona, y notamos algo que nos llamó mucho la atención y que nos mantuvo en vilo hasta Rioacha. Se trata de las placas de los automóviles, sin excepción, todas las de la Guajira eran mitad verde y mitad blanca, con un mapa del departamento y un número, sin las letras; la confusión era mayor además porque el mismo tipo de placa lo tenían tanto los vehículos particulares como los que llevaban letreros de servicio público. ¡Y entonces! Pensábamos, son o no taxis, súmenle a esto que los tales taxis no eran los comunes y corrientes de las demás ciudades, sino otros muy diferentes de cualquier color menos amarillo. La otra peculiaridad, de la que sí íbamos advertidos, era el precio de la gasolina, que en la primera tanqueada pasó de $4800 a $2300 el galón de corriente, así la llenada de la 100, que unas horas antes nos había costado $11.600, ahora se hacía por menos de la mitad y lo mejor es que a medida que nos acercamos hacia la frontera con Venezuela, el precio seguía bajando, llegando a pagar el galón a $1600.

En esta imagen Cartagena con la AKT
Con el pasar de los kilómetros el paisaje fue cambiando, el calor se hizo más intenso, desaparecieron los riachuelos y el viento nos golpeaba cada vez más fuerte. Entramos en el área semidesertica, la que está cubierta por el Trupijo, un árbol delgado de escasas hojas que parece la única vegetación existente. De cuando en cuando, unos pequeños letreros blancos anunciaban los nombres de las rancherías establecidas unos cuantos metros a lado y lado de la vía, cerca de los cuales empezamos a ver también las primeras indígenas Wayú sentadas a la orilla de la carretera con sus características túnicas, esperando al parecer un transporte que las recogiera. A diferencia del viento que arreciaba y nos sacudía cada vez más, ninguna otra cosa cambió a lo largo del trayecto que nos separaba de la capital guajira, a donde llegamos alrededor de las cinco de la tarde. Estuvimos un rato dando vueltas en busca de hospedaje pero ya todo estaba ocupado, y entonces dimos, o mejor, dio con nosotros un guía turístico con información más que completa de los hoteles y nos sugirió aquel en el que finalmente pasamos la noche. ¡Enhorabuena! como dirían los españoles, pues el cansancio nos agobiaba; pero antes de dejar las motos en un parqueadero e instalarnos, le pusimos por fin el resorte al gato de la 100, casi 450 km después de que se rompiera.
Que me acuerde, siempre había tenido referencias no muy buenas de los guajiros en general, por agresivos y maleducados principalmente. ¡Que va! En Riohacha encontramos sólo gente amable y conversadora, todo aquel a quien preguntamos cómo llegar hasta el Cabo nos dio señas precisas e invariablemente nos recomendaron viajar con precaución tanto por las condiciones del camino como por las de seguridad. Aquella noche comimos en un lugar frente a la playa y luego dimos una vuelta junto al mar. Daba gusto caminar por esa playa ancha y limpia, bordeada por un malecón bien organizado que tiene además un largo muelle, en el que la gente se reúne durante las noches a pasar un buen rato o a comprar artesanías indígenas.
Para el día siguiente, la idea era llegar hasta nuestro objetivo: el Cabo de la Vela. Sin duda sería una dura prueba para nuestras máquinas y también para nosotros, nos esperaba el tramo más difícil, donde el asfalto se convierte en caminos de arena que se adentran en medio del desierto, en zonas donde el calor alcanza su máximo nivel. Pero esta historia, que no pueden perderse, podrán leerla en la próxima edición que estará circulando a mediados de septiembre.
Las máquinas AK 100 y AK 110 Pro y Contra
Aquí encontrarán algunas de las principales características, tanto positivas como negativas de cada una de las máquinas.
AK 110
+ Un motor confiable, de bajo consumo que responde muy bien a cualquier régimen.
+ Caja muy bien relacionada, apta tanto para uso en terreno plano como en montaña.
+ Es ágil, estable en curvas, incluso con acompañante y se mueve bien entre el tráfico.
+ Tiene buenos frenos, sobre todo el disco delantero.
+ Su faro provee una buena iluminación.
+ Tablero completo y de fácil lectura, con medidor de gasolina e indicador de cambios.
+ Cuenta con una práctica parrilla.
+ Dispone de arranque eléctrico y a patada Tiene un diseño actual y buenos acabados.
– La velocidad máxima es algo limitada (90km/h).
– Nivel de vibraciones a alta velocidad.
– El escape emite un sonido más alto de lo normal.
AK 100
+ Tiene un motor confiable, de funcionamiento suave y con buen rendimiento a régimen medio y alto.
+ Caja de funcionamiento suave y preciso.
+ Es muy cómoda para ambos ocupantes.
+ Tiene un tanque de gran capacidad y autonomía.
+ Cuenta con indicador de cambios en su tablero.
+ Tiene una buena velocidad de crucero (90 km/h).
+ Transmite muy pocas vibraciones.
– Su rendimiento en baja es muy pobre y el motor tarda más de lo normal para tomar temperatura
– La cuarta tiene una relación muy plana y esto penaliza su rendimiento en montaña.
– Adolece de un freno trasero deficiente.
– Suspensiones blandas que afectan la estabilidad.
– Espejos de visibilidad limitada.
Llegar hasta el Cabo de la Vela era el objetivo, una dura prueba para las AKT
En la próxima edición
Al salir de Riohacha teníamos claro que nos esperaba la parte más dura de todo el viaje, no sólo teníamos por delante interminables rectas bajo un calor sofocante, sino que además vendrían muchos kilómetros de carretera destapada y de caminos difíciles, apenas marcados por las huellas de los carros, sobre el árido desierto, por suerte nos acompañaba un clima espectacular y las motos ya habían mostrado que eran muy confiables y eso nos daba seguridad para continuar.