Uruguay es un país pequeño, pero lo disfrutamos bastante sobre nuestras Himalayan. (Foto cortesía: Diego Furati)
Desde que pisamos el sexto país de nuestro viaje sentimos algo especial, la tierra del “Pepe” Mujica nos recibió con un atardecer especial y con una tranquilidad difícil de describir. Llegamos por tierra, aunque había la opción de cruzar muy rápido en barco desde Buenos Aires, pero llevábamos dos semanas en la capital argentina y queríamos sentir las pulsaciones de nuestros motores y disfrutar de ese placer de rodar que para muchos es tan difícil de entender y para nosotros es casi algo vital.
Un poco de niebla en Punta del Este, ciudad netamente turística, que para las fechas en que llegamos se encontraba casi desierta.
La primera noche la pasamos en una zona turística llamada Las Cañas, donde encontramos un camping junto al Río Uruguay, en el que además de una perrita muy juguetona y bastantes zancudos, éramos los únicos clientes. Fue una noche muy tranquila en medio de un bosque hermoso, pero temprano empacamos y continuamos la ruta hacia una ciudad muy turística llamada Colonia del Este, donde el tiempo parece que se hubiera detenido hace varios siglos.
El corazón de Montevideo es la Plaza Independencia, con el monumento a Artigas y el Palacio Salvo a la derecha. A pocos metros de allí se encuentra el edificio de la Presidencia, donde es posible entrar sin siquiera ser requisado.
Montevideo fue nuestro siguiente destino, la capital más relajada de Suramérica, donde es posible cruzarse con el presidente cuando sale caminando de su despacho, como cualquier otro ciudadano, para buscar su carro al final de la tarde. Inclusive es posible caminar dentro del edificio de la presidencia para ver de cerca algunas obras de arte, sin necesidad siquiera de ser requisados.
Montevideo es una ciudad muy tranquila que invita a quedarse por varios días para descubrir sus encantos.
Una de las tantas playas de la capital uruguaya.
Esta es una ciudad para caminar, para perderse en sus calles del centro viejo, para ir al mercado del puerto y darse gusto comiendo carne, pero además están los kilómetros de playas que la rodean, donde sus habitantes van a relajarse, a hacer deporte, a pescar, a disfrutar del sol o simplemente a disfrutar de la vista compartiendo un mate con los amigos, esa bebida tan típica del sur de nuestro continente, que integra a la gente en torno a una buena charla.
Camino a Colonia del Sacramento disfrutamos de algunos tramos con mucho verde.
Rumbo al norte paramos en Punta del Este, el lugar turístico por excelencia de este país, pero llegamos en temporada fría y parecía como una ciudad fantasma. Lo bueno fue que allí conocimos a Diego, un enamorado de las Royal Enfield y propietario de la tienda que las vende y modifica en este lugar. Diego nos regaló un día inolvidable, llevándonos a recorrer sus caminos de tierra favoritos, que se adentran en medio de pequeñas serranías, terreno perfecto para disfrutar de nuestras Himalayan sin nada de equipaje.
Uruguay es uno de los mayores exportadores de carne de res del planeta y este paisaje es bastante frecuente en sus carreteras.
La paz se siente de verdad en Uruguay, esa que los colombianos de varias generaciones nunca hemos conocido, y es algo que enamora, que invita a quedarse, que produce buena vibra en nuestro interior. Esa paz se siente al conversar con los uruguayos, al caminar por las calles, al rodar por sus carreteras, en los pequeños poblados y en la manera relajada como vive la gente. Qué bueno sería poder exportar esa buena vibra a muchos lugares del planeta.
En la tienda Royal Enfield de Punta del Este conocimos a Diego, quien nos llevaría a recorrer sus caminos favoritos.
Cruzando el famoso puente ondulante, Leonel Viera, que comunica a Punta del Este con la Barra.
Punta del Este no es solo playa, también hay mucho donde divertirse en dos ruedas.
Eli rodando junto a Diego y su Classic 500.
Territorio Himalayan!!
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