Lo prometido es deuda, esta es la segunda parte de la historia de viaje de un gran amigo de La Revista De Motos, Santiago Lema. Quien nos deleita con sus historias de viaje en Andes Patagonia – Aventura en Solitario. Esperamos que esta crónica sea de su agrado y la disfruten al igual que nosotros.
El remedio contra los fuertes vientos del Sur
Al terminarse la Carretera Austral se continúa por la Ruta 40 en la Patagonia argentina, una de las zonas más agrestes de todo el viaje en todos los sentidos: soledad, viento, carretera. El viento desde el Este es inclemente casi a diario, pero el curso que ya había hecho al cruzar el altiplano boliviano me sirvió mucho pues aprendí rápido trucos, como para no caerme debido a los profundos surcos que dejan los carros en la grava redonda y suelta, o como para no quedarme “colgado de la brocha” cuando en medio de la lucha lateral, el viento era súbitamente interrumpido por un guardavía o por un pequeño montículo. Pasé la Ruta 40 sin accidentes, sintiéndome muy afortunado pues conocí a tres motociclistas accidentados en ese tramo. Entrando al Chaltén, después de varias horas de viento lateral tuve el viento de frente y para entonces estaba tan cansado del cuello que solucioné el asunto uniendo el casco con una cuerda al timón, así al menos podía descansar la cabeza en el casco. Pero las maravillas que tiene la Patagonia para mostrar ameritan el esfuerzo. La Cueva de las Manos con huellas humanas en negativo de muchos colores de hasta 9.300 años; el macizo Fitz Roy que tuve la suerte de fotografiar a la salida del sol mostrando un color impresionantemente anaranjado para desvanecerse en gris después de unos pocos minutos; el Glaciar Perito Moreno, uno de los pocos en el mundo que no están retrocediendo permanentemente. Y la interminable pampa patagónica.
En un cruce de carreteras entrando a Torres del Paine-Chile, tuve la suerte de encontrarme con Juan Carlos y Jaqui (motores de esta revista), a quienes no conocía físicamente. Gran sorpresa cuando alguien me llama por mi nombre al tiempo que me toca la espalda. Quién diablos me conocerá aquí en la Patagonia! Qué encuentro tan casual, pero mucho más casual lo fue al día siguiente cuando sin ninguna agenda, sorpresivamente nos encontramos de nuevo en Punta Arenas mientras ambos buscábamos alojamiento. En adelante rodamos juntos durante 3 semanas hasta separarnos en Buenos Aires.
Ushuaia tiene como encanto el quedar en la cola del mundo, como dicen los argentinos, y nuestro mérito es haber llegado hasta allí. No hay ninguna ciudad en el mundo que esté más al sur, de hecho está a solo 1.000 km de distancia de la Antártida. El último día hacia el sur nos encontramos con el mexicano Peter Rubke y con el paisa Pablo Vélez, entonces fuimos cinco amigos en cuatro motos. Disfrutamos en grande saboreando la deliciosa carne argentina y celebramos el estar allí acompañados.
Pero el regreso hacia el norte nos deparaba sorpresas. La primera fue el mismo día de salida cuando tuvimos que detenernos en Río Grande a sólo 200km de haber partido pues nos estábamos congelando por la pertinaz lluvia helada acompañada de un fuerte viento. Los siguientes días fueron también de viento lateral muy fuerte aunque sin lluvia. Después de Rivadavia, subiendo a Pampa Salamanca, en cierta curva a la izquierda y recibiendo el viento por ese lado, éste cambió súbitamente de dirección y me envió de un golpe al carril izquierdo antes de que pudiera reaccionar. Cuando estuve a salvo de nuevo en mi carril, miré por los espejos sólo para ver a Juan Carlos también luchando para volver a su derecha. Por fortuna no bajaban camiones en ese momento, Dios venía con nosotros. Ese día pude medir la velocidad del viento que nos azotó permanentemente: 90km/h.
La Cueva de Las Manos
El Macizo Fitz Roy
El glaciar Perito Moreno
El viento frío se terminó casi de un momento a otro para dar paso a un calor abrasador. El día que visitamos la colonia de pingüinos en Punta Tombo, la temperatura estuvo a 36º. Dos días después atravesamos el Río Colorado que marca el límite entre la Patagonia y la Pampa Argentina. Dejamos atrás las estepas cubiertas de espinillo y con sólo unas cuantas ovejas, para rodar ahora por bellas planicies cultivadas y con ganado de primera calidad. Nos desviamos a la localidad de Villa Gesell en el Atlántico donde se celebraba el Enduro del Verano, competencia que reúne a más de 800 motociclistas tan sólo para tres categorías: 2T, 4T y Cuatrimotos. Qué espectáculo fue ese en las largadas con esa cantidad de motos pasando en forma atronadora. Entonces Juan Carlos nos invitó a conocer el Museo Fangio en Balcarce, pueblo natal de este famoso piloto. Aprendí mucho allí.
Pisando Tierra del Fuego, en esta aventura en solitario
La llegada a Ushuaia muy bien acompañado
La estadía en Buenos Aires fue muy placentera compartiendo con Iván Pisarenko, otro viajero a quien ustedes ya han visto en la revista. No puedo dejar a Argentina sin honrar la amabilidad y calor de los argentinos. Los colombianos tenemos la imagen negativa que han vendido unos pocos de ellos, esos sí petulantes. Como siempre llevé enarbolada una banderita colombiana, los saludos eran por doquier, tanto en carretera como en poblados. La llegada a los campings era de mucha alegría pues usualmente los vecinos se arrimaban inmediatamente a ofrecer ayuda, conversación y muchas veces… ¡carne!
La pasada por Tacuarembó-Uruguay (la tierra de Gardel) coincidió con el festival Patria Gaucha donde se dan cita las diferentes costumbres de esta cultura que alcanza partes de Argentina, Uruguay y Brasil. Los caballos y sus indumentarias son especiales.
En la Patagonia el viento es omnipresente, prueba de ello son los árboles «bandera», llamados así por la forma en que crecen.
Puerto Madero en Buenos Aires
Al entrar a Brasil sentí la incomodidad que produce el manejar un idioma diferente a pesar de su parecido con el castellano. Pero a los pocos días todo volvió a la normalidad y además empecé a disfrutar de la melodía y entonación del portugués y de las ciertas palabras que usan para expresar una idea. Como cuando alguien me preguntó a dónde me dirigía ese día, que iba a ser de largo recorrido, su expresión de admiración fue: “tá-nimáao” (está animado!) en un tono que fue música para mis oídos. Fui hasta Florianópolis para “descansar” un poco la vista observando las garotas en las playas, pero la temporada de vacaciones ya había pasado. Continué hacia Curitiba donde los edificios del arquitecto Oscar Niemeyer me dejaron estupefacto; él es el arquitecto de las pocas líneas. “No es el ángulo recto el que me atrae. Ni la línea recta, dura e inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual. La curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las nubes del cielo, en el cuerpo de la mujer amada.” Y por fin, el destino principal de Brasil: Cataratas de Iguazú.
Punta Tombo y sus pingüinos son algo mágico
El Museo Fangio en Balcarce
El Festival de la Patria Gaucha en Tacuarembó, Uruguay.
Cualquier cantidad de palabras siempre será corta para exponer lo que son. Hay que vivirlas… y ellas viven! Yo sentí como si me dijeran: “ Ven…, disfrútanos…, hemos estado esperando millones de años a que vengas…, muchos ya nos han visto y disfrutado… y sin embargo seguimos siendo vírgenes…, nos estamos renovando a cada instante…, somos nuevas con cada gota que cae…, somos vida, no envejecemos…, estamos tan frescas como siempre. Sentí mucho pesar por quienes rápidamente tomaban la foto de su cara con alguna catarata al fondo y continuaban de carrera. En vez de darles la espalda pasé todo el día dándoles la cara, observándolas, como absorbiendo su energía, viviendo ese momento tan sublime de estar en medio de un ser viviente gigante, tan jóvenes, tan hermosas, tan magníficas y colosales. A la enorme cantidad de agua se suma su localización en forma de herradura profunda que da cabida a cientos de chorros, siendo el mayor el que se encuentra en el fondo de la herradura. Las pasarelas de observación, tanto del lado brasileño como del argentino, permiten su contemplación hasta tan cerca de ellas que uno puede mojarse. Es indudable que Iguazú es una de las maravillas de la naturaleza, tal vez la mayor.
Las Cataratas del Iguazú, una maravilla de la naturaleza donde la vegetación y la fauna son exuberantes
La «pequeña» tubería pertenece a la hidroeléctrica de Itaipú, una maravilla de la ingeniería 
El otro gigante en Iguazú es Itaipú, “la piedra que canta”. La central hidroeléctrica más grande del mundo, produce el 25% de la energía de Brasil y el 95% de Paraguay. Igual de gigante es el Río Paraná que la alimenta. El puente Ayrton Senna en Guaíra tiene 3.600 metros de longitud; lo pasé justo con el sol saliente sobre el río, un bello comienzo de jornada que me recordó las canciones guaraníes que cantan al Paraná.
Al salir de Brasil para atravesar Bolivia en sentido este-oeste, entré de nuevo a un país de aventura, de cosas inesperadas, de carreteras salvajes, de soledad, pero también de naturaleza virgen, apenas explorada. Desde la frontera hasta San José de Chiquitos y contradiciendo lo que escribí dos líneas arriba, la carretera de concreto de 380km es la mejor que he recorrido en mi vida en cuanto a superficie se refiere, qué suavidad, qué perfección, es como rodar por un billar. Pero salirse de ella para entrar a cualquier pueblo es otro cuento, pantano rojo liso y charcos profundos. Adelante de San José son 460km de tierra roja, la mayoría sin afirmado, que en la época de lluvias del momento hacían bien divertido el paseo. Mi destino en ese difícil terreno eran las misiones jesuitas, exponentes de una hermosa arquitectura con inmensos elementos bellamente tallados en madera. 40km antes de Concepción se presentaron 4 tramos como de 500m extremadamente lisos como jabón y con resaltos que hacían el paso más “interesante y divertido”. Bailando pude sortear el primero y el último, pero en los otros dos Suzi y yo sendas veces nos untamos de rojo por todas partes. Afortunadamente me le había pasado antes a un ganadero brasileño quien con la gente que venía en su camioneta difícilmente nos ayudaron a levantar pues escasamente podíamos tenernos en pié. Cuando salí del primer tramo donde caí, miré por los espejos y su Toyota se encontraba con las ruedas traseras en la cuneta por no haber puesto todavía el 4×4. Qué podría decir yo que tan sólo tenía 2×1?
El extraño edificio es obra del famoso arquitecto Óscar Niemeyer y está en Curitiba, Brasil.
Hermoso atardecer a orillas del río Paraná.
Mientras buscaba hotel en Santa Cruz de la Sierra di con unos caballeros motociclistas quienes gentilmente me ofrecieron dormida en la sede de su club (www.motoclubsantacruz.com). El camping bajo techo y la piscina me permitieron disfrutar tremendamente los 3 días que estuve allí mientras hacía mantenimiento y me preparaba para la última parte del viaje por carretera destapada, la zona de Vallegrande y la Higuera donde cayó el Ché Guevara. Desde esta última localidad el camino hacia Sucre fue una amplia combinación de tierra, gravilla buena, pasos pantanosos porque no hay alcantarillas para las quebradas que cruzan la carretera, algunas de ellas muy crecidas, y finalmente pavimento. Ah!, y soledad, que equivocadamente la atribuí a que ese día era domingo, no habían vehículos y tampoco casas para preguntar. Después de 2 horas encontré la primera casita a la orilla del camino donde fui informado de que tal vez no podía cruzar el río adelante pues “antier el agua daba al pecho”. Devolverme no estaba en mi agenda, prefería lo desconocido a lo malo que ya había transitado. Efectivamente el río estaba muy grande para Suzi y yo solos, pero por fortuna apareció un campesino quien con su hijo se ofrecieron a ayudar. Pasaron a caballo y regresaron en calzoncillos a pié, el agua les daba a la cintura. Bajé de Suzi toda la carga, atravesé la primera mitad del río donde el agua sólo daba a los calapiés. Acelerando me dispuse a cruzar la parte honda en medio de la cual estaba Andrés esperándome. Sentí lo que se siente al quererse tirar de un trampolín cuando uno no tiene la confianza, pero antes de que me diera miedo me lancé. Una enorme piedra me tumbó y para cuando pude sacar la cabeza del agua, ya Andrés y Franklin estaban enderezando a Suzi que afortunadamente había caído contra la corriente que ahora ayudaba. Vino en nuestra ayuda otro campesino que había bajado a ver el “show” y entre los 4 pudimos salir rápidamente al otro lado. Inmediatamente di arranque a Suzi, y ella como una fiel yegüita que sin protestar se dispone a seguir caminando después de salir del charco en donde cayó, simplemente tosió un poco y quedó prendida en baja. Sólo tuve que purgarle el carburador en tres ocasiones durante las siguientes dos horas. Después de Villa Serrano pinché por según da vez en todo el viaje pero esta vez me desvaré eficientemente sin dañar llantas. Ah!, y sin tormenta de nieve.
Las hermosas tallas en madera que adornan las misiones jesuítas en los poblados bolivianos de San Ignacio y Concepción.
Es imposible no terminar untado de barro, así como imposible es aburrirse en semejante diversidad vial.
Sucre fue la primera ciudad en América en declararse independiente de España, el 25 de Mayo de 1809, ahora celebraban los 200 años. Pero aquí hay una maravilla geológica, 5.000 huellas (la mayor cantidad concentrada en un solo sitio del mundo) de 4 tipos de dinosaurios plasmadas hace 68 millones de años en una playa y entre dos mareas bajas consecutivas cuando aún los Andes no habían emergido. Hasta allí entraba el Atlántico por lo que es ahora la cuenca del Paraná hasta el actual Salar de Uyuni en el mismo tiempo geológico cuando el Golfo de Maracaibo entraba hasta el sur de Colombia.
Las carreteras con mayores contrastes se encuentran en Bolivia. De un piso perfecto como una mesa de billar podemos pasar al peor de los pantaneros o a lagunas interminables.
Después continué hacia Potosí, enclavado en el macizo boliviano a 4.000 metros de altura. En el Siglo 17 y con 170.000 habitantes fue la segunda ciudad más grande del mundo occidental, después de Nápoles-Italia, y antes que París, Madrid y Londres. La cantidad de plata que España extrajo de Cerro Rico le dio poder durante muchos años, pero también la sumió en una impresionante inflación que la puso en desventaja con los otros estados europeos. Lo irónico es que Huayna Cápac había prohibido su explotación por respeto a la Pacha Mama (madre tierra) cuando visitó la zona en 1462.
En Potosí decidí dar por terminado mi viaje, me sentía cansado y el momento de regresar al trabajo se encontraba ya muy cerca por lo que me quedaría muy poco tiempo para estar con mi familia en Colombia si alargaba más el viaje. Ya había visto y disfrutado la mayoría de los sitios que tenía en lista; aún quedaba la Costa Pacífica por explorar detalladamente, pero esa sería motivo de otro viaje. Eran 5,000km hasta Cali y esperaba hacerlos en menos de dos semanas. Salí de Potosí a las 5:30 de la mañana para trepar a un páramo aún más alto, a 4.700m, y rodar por él durante 3 horas antes de bajar al altiplano a 3.700m. Qué jornada tan fría la de esa mañana, pero cuando se tiene la mente abierta nada es difícil. Llegué felizmente a Arica-Chile sobre el Pacífico después recorrer ese día 830km. Dormí en las graderías de la piscina olímpica por un compromiso sentimental conmigo mismo: mi esposa Marta Elena Longas había competido allí en un campeonato suramericano en 1972. Yo necesitaba alimentar positivamente mi ánimo que estaba un poco bajo, tal vez por tener que aceptar la terminación del exitoso viaje – algo así como una depresión post-parto -, para enfrentar las largas jornadas que aún tenía por delante atravesando todo el desierto peruano.
Una pausa para contemplar los volcanes más altos de Bolivia, con más de 6.500msnm.
Aquí reparando un pinchazo en Bolivia, justo después de pasar el río que aparece en la foto, donde Suzi por poco naufraga. 
Entonces hice días de 650km, de 750km, y uno de 1025km antes de llegar a Ecuador en donde uno ya se siente cerca de casa. Las esperadas dos semanas se convirtieron en sólo una. Sólo me detuve en Nazca a observar las impresionantes y descomunales líneas y figuras que los aborígenes empezaron a dibujar desde hace 2.000 años. No se han borrado porque el valle está protegido del viento lateral en un desierto donde la precipitación es prácticamente nula a través de los siglos.
Les dije al principio que nuestro continente era muy variado. Está en sus manos, y en sus ruedas, la tarea de constatarlo por ustedes mismos, de apreciar las maravillas que tiene, de contactar y convivir con nuestros queridos vecinos, llevando y dejando siempre el nombre de Colombia muy en alto para que quienes vayan después de ustedes encuentren el camino amable y despejado como lo encontré yo. Eso sí, nunca vayan a dar papaya porque de eso saborean en todas partes.